A Enrique Molina
Oigo caer la lluvia
y es sólo el agua que se precipita en la luz vacía del amanecer.
Toco la claridad del día que nace
y es sólo la mañana y aquello que la mañana aún no ha vencido.
Miro tu piel, tus manos
y hallo sólo la soledad más cruda de la tierra.
Huelo el aire difuso del otoño
y es sólo la opresión, el peso de una atmósfera gastada.
Palpo los objetos, las ropas, los vidrios transpirados
y es nada más que la fatiga de la materia, la desolación del tiempo.
Todo todo ha sido arrasado para siempre
por la ciega porfía de este diluvio irreparable.
Alberto Vanasco (Buenos Aires, 1925-1993), de Canto rodado, 1970. Daniel Freidemberg, La poesía de los cincuenta, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1981
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