Interacción comunicacional
Sí, dijo esa noche con el vaso de ron vacío, después de
la conversación que derivó en temáticas no adecuadas
para el fin sexual que la reunión tenía como propósito:
porque después del diálogo, después de comprar el diario
de madrugada al chico de 6 años, después de años de
no comer monedas de chocolate, después de ella y de mí
es decir después de nosotros que parecíamos para siempre
la idea de llegar hasta su cuarto a desordenar las sábanas
empezaba a convertirnos en objetos: quizá por eso la deci-
sión de tomarla de la mano en calle Mitre y caminar hasta
Alem, para subirme al colectivo y dejarla ahí en la esquina
parada, diciendo ahora con la mirada un auténtico sí, un sí
legítimo: el sí que había sido no empezaba, con sus íconos
gestuales o metalingüísticos, en el momento menos indicado
a ser sí: la palabra del otro, el habla ajena introducida en otro
contexto, sea cual fuere la exactitud de su transmisión, se ve
sometida, siempre, a determinadas modificaciones semánticas:
cuando yo recupero el sí que dijo, inevitablemente dejo fuera
una constelación de lo que también dijo con sus ojos: quiero
decir que el lenguaje nunca tuvo la facultad de ser la forma
absoluta del pensamiento: lo supe después, cuando ella quedó
sola en la esquina diciendo sí, mientras yo me preguntaba
sobre la ventanilla de la 500 cómo se lee una mujer
Ignacio Uranga (Bahía Blanca, 1982), El ella real, Hemisferio Derecho Ediciones, Bahía Blanca, 2009
Ilustración: Edward Hopper, Excursion into philosophy, 1959
Sí, dijo esa noche con el vaso de ron vacío, después de
la conversación que derivó en temáticas no adecuadas
para el fin sexual que la reunión tenía como propósito:
porque después del diálogo, después de comprar el diario
de madrugada al chico de 6 años, después de años de
no comer monedas de chocolate, después de ella y de mí
es decir después de nosotros que parecíamos para siempre
la idea de llegar hasta su cuarto a desordenar las sábanas
empezaba a convertirnos en objetos: quizá por eso la deci-
sión de tomarla de la mano en calle Mitre y caminar hasta
Alem, para subirme al colectivo y dejarla ahí en la esquina
parada, diciendo ahora con la mirada un auténtico sí, un sí
legítimo: el sí que había sido no empezaba, con sus íconos
gestuales o metalingüísticos, en el momento menos indicado
a ser sí: la palabra del otro, el habla ajena introducida en otro
contexto, sea cual fuere la exactitud de su transmisión, se ve
sometida, siempre, a determinadas modificaciones semánticas:
cuando yo recupero el sí que dijo, inevitablemente dejo fuera
una constelación de lo que también dijo con sus ojos: quiero
decir que el lenguaje nunca tuvo la facultad de ser la forma
absoluta del pensamiento: lo supe después, cuando ella quedó
sola en la esquina diciendo sí, mientras yo me preguntaba
sobre la ventanilla de la 500 cómo se lee una mujer
Ignacio Uranga (Bahía Blanca, 1982), El ella real, Hemisferio Derecho Ediciones, Bahía Blanca, 2009
Ilustración: Edward Hopper, Excursion into philosophy, 1959
¡Buenísimo! Gracias, Irene
ResponderBorrarperfecto. me encantó!
ResponderBorrarqué bueno! y el cuadro de hopper con su título.
ResponderBorrarexquisito
ResponderBorrarGuau, me encantó. Me alegra que la poesía joven argentina no sean sólo los chicos cool de Palermo (o de Boedo, da igual).
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