Todo,
lo que está y sucede,
era un túnel
quieto
y en él, sola,
yo corría, corría.
Sin querer, sin etapas,
adiós, adiós
aunque a veces un ojo débil, fiel,
ciérrate,
se me atrasaba,
apúrate,
llorando sobre un día.
Sin poder asirme
a un pájaro, una mano, un fruto,
adiós, adiós,
arrancarme
del amor sucesivo,
partir partiéndome,
dejar atrás,
pasar por todo,
honda, ligera, rota,
viva,
siempre marcharme
para ser nostalgia.
Pero un instante me distraje
sin tomar precauciones,
un instante
en que alguien vino de mi espalda
y cambió todo.
Fija, vaciada, ausente,
un agujero soy
por donde pasa el mundo,
veloz, sin detenerse,
agitando sombreros,
se escurre en mi vacío,
cómo huye.
Oh puerta, piel, árbol jadeantes,
¡paren, basta!
Suplico sin lengua,
me interpongo sin cuerpo,
Es inútil,
adiós, adiós.
Y todo lo que pasa
y se aleja cantando
con feroz alegría,
no vuelve, no recuerda.
El humo (1967)
Amelia Biagioni (Gálvez, Argentina, 1916 - Buenos Aires, 2000), "Diez poemas de la década de 1960 seleccionados por Tamara Kamenszain", Otro río que pasa. Un siglo de poesía argentina contemporánea, compilación de Jorge Fondebrider, Bajo la Luna, Buenos Aires, 2010
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Foto: La Nación, Buenos Aires
Excelente poema. Mi enhorabuena por publicarlo. Impacta en él la forma de describir la metamorfosis de cuerpo que fugaz transita la vida, a ignorado hueco de nostalgia, por un instante de amor (interpreto).
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