Un nuevo sol en el cielo
La luz tiene una velocidad. Y es finita. Para seguir discutiendo deberíamos ponernos de acuerdo por lo menos en eso. Pero no. Vivimos con ideas absurdas. Con prejuicios que nadie parece querer olvidar. Mamá abre las cortinas. Papá, camino al baño, las cierra. Un hervidero de fotones que chispean ante mis ojos desaparecen luego como pompas de jabón. La escena se repite a lo largo de la jornada. Resulta extraña -por no decir desesperante- la ecuación de fuerzas desplegadas en el aire grumoso del hogar: cuanta más energía, menos tiempo.
La posibilidad
Camino por la plaza nocturna. Piso la gramilla, toco un banco despintado, miro las ramas entretejidas de los fresnos… Dios no puede estar, como algo más, entre las cosas del mundo. Perdido en la soledad de la plaza, lo busco. ¿Estará en las raíces invisibles? ¿En el abismo que se abrió cuando enterraron la cápsula del tiempo por los cien años del pueblo? No lo sé. Apenas puedo recordar ahora la insidiosa nulidad del día.
Todas las edades de la vida
¿Quién de todos nosotros puede jactarse de ese privilegio? Hay almitas en la casa. Angelitos con los que soñar de noche. ¡Cuántas noches le quedan a esta familia para destapar botellas de ginebra, preparar el hielo de las cubeteras, limpiar bien los vasos! Cada cual podrá lagrimear más tarde frente al retrato del niño solo.
Diego Colomba (San Nicolás, Argentina, 1972)
Ediciones Op.Cit.,
Buenos Aires, mayo de 2024
Más poemas de Diego Colomba en Otra Iglesia Es Imposible
---
Foto: Diego Colomba, Facebook, diciembre de 2023
Destellos vibrantes tus palabras que interrogan al cielo y al ser de lo que fue o tal vez. La poesía acaricia al niño solo. Muy buena entrega Diego. Saludo desde Córdoba, Alfredo Lemon
ResponderBorrar