Seguro que los gatos
se sienten como en casa en tus rodillas
aman la temperatura de tu cuerpo
mientras se distraen con presas imaginarias
o van directamente al grano
con los ovillos de lana en el piso
cruzando como fantasmas
bajo el resplandor del fuego de la salamandra
cuando no
exhiben ante el espanto de los invitados
los restos de una presa ahora tan real
que nos recuerda que debajo de su disfraz inocente
se esconden las garras de antepasados feroces
a mí me tratan como al gran Maestre de cocina
solo les falta aplaudir
a la hora del arrítmico y torpe solo percusivo
de la puerta de la heladera y las tapas de las ollas
el resto del tiempo
soy un habitante más del territorio compartido
que cada tanto les roba los asientos
admiro su poder de síntesis
cuando en nuestras conversaciones
les sobra con tres maullidos
para expresar lo que piensan
mientras a mí no me alcanzan
toda la parafernalia del gastado diccionario
a veces en invierno sobre todo
se suben a la cama
con el único afan de ser acariciados
a cambio de un reglamentario ronroneo
la noche se las dejo a ellos
(al fin las pastillas indicadas
para apagar el insomnio
dieron en el blanco)
y repartimos el día
como avaros solitarios:
cada cual a lo suyo
más una leve mirada en el cruce de caminos
hay que verlos rastreando tus feromonas
dispersadas entre mis prendas desordenadas en el ropero
es una verdad
que no hace falta gritar a los cuatro vientos
que estos gatos te aman
aunque ninguno como yo
[inédito]
Daniel Martínez (Allen, Argentina, 1963)
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Foto: Daniel Martínez, Facebook
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