Todos los lugares se llamaban promesa, Raquel Jaduszliwer (Ediciones Ruinas Circulares, 2023):
Te diría también: esta es la hora única.
Como un don recién caído de la serenidad
baja la noche. Asiste plena.
La noche asiste como una medicina,
como el gramo de opio para los heridos,
los cegados perpetuos.
Los encandilados y los pobres de espíritu
recobran la visión, los calma el sueño.
El equilibrio del sonámbulo es certero.
Las flautas y los címbalos reaniman
el mundo de la sombra.
*
No, cómo habrías de negarle al pez sonámbulo
todo abierto al río que lo espera
-su caudal es destino.
Todo a nadie: abierto, todo abierto,
cómo no deberías no negárselo a nadie.
Y el caudal que es la música,
ese caudal a ciegas que nos traen los muertos
llevados por sus tímpanos, cómo no deberías.
Capa por capa la materia ofrece
a su perfecta notación, a su abstracción pensante
que sin embargo es flecha y lo atraviesa
todo. Así, desde los viejos días en que dormían
los ángeles
y hasta el fin de los tiempos.
No entiendo.
Cómo harías.
*
¿Y qué se hizo del tiempo, esa caída
de un enjambre de hojas y dónde estuve
durmiendo, en qué piedra descansó mi cabeza
mientras se demostraba
la inclinación del mundo por lo póstumo?
Ahora que el pensamiento vuela lo dedico
al resplandor secreto de este otoño
y más en general, al oro de los días.
Nadar en el tiempo. Una invención apócrifa, Osvaldo Picardo (Paradiso Ediciones, 2023):
La esperanza del regreso de los pescadores,
en Bretaña
Estoy recordando un cuadro,
es de Henry Moret (1856-1913).
Un grupo de mujeres y también
algunos hombres asoman a un acantilado.
Dan la espalda, miran o han mirado
el oleaje, el diluvio.
Con los pañuelos blancos en las cabezas
de las mujeres, componen dos remolinos
de voces. ¿Qué pueden estar diciendo?
Una vez que descartaron lo improbable
¿creerán en lo imposible?
Recuerdo oír más que ver el cuadro.
Ni siquiera el arrecife en el centro
parece estar en silencio. Acechante,
emerge con sus tres puntas
en un estallido de pinceladas
que se superponen como el ruido
de las olas martillando las rocas.
¿Qué alcanza a escuchar el ojo
cuando se calla la esperanza?
En la paleta empastada del ojo que lo mira
En la ciudad, a finales de otoño,
casi en invierno, amanece con una niebla fina.
Poco después, el sol naciente la disuelve
en la paleta empastada del ojo que lo mira.
No es fácil convencerse de que hubo niebla
cubriendo la materia concreta.
Casi siempre, logra
la irrealidad trabajosa de un Monet.
Como si tocara nuestros ojos y volviera la luz
a penetrar toda la dureza de las cosas.
N. del Traductor:
El poema está escrito detrás de una foto en que hay un paisaje costero
de la ciudad de Mar del Plata, Argentina. No hay fecha.
Serbal, Léonce Lupette (Editora de los Bugres, 2023):
ESCORNACABRAS
hay un lado
opuesto
con
domicilio
en
un médano
sin dominio
de medianeras
las ventanas
desafilan en el
filo de la
luz entre cada dos
de
un lado
nervios secundarios
que parten de ambos lados
o los parten
ambos
YERBATAL
tal serbal
nombre que no
corresponde
insoletra
une seule lettre
manquante
má cuántes
me faltarán
siempre
* Silvana Franzetti (Buenos Aires, 1965). Poeta. Traductora. Publicó los libros de poesía Sujetos a variación, Notas al pie (traducido al alemán por Monika Rinck y Tara Mauritz), Edición bilingüe y Mobile, entre otros. Colabora en la revista digital Op.Cit.
Gracias, Silvana. Gracias, Jorge Aulicino
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