A la misteriosa
(Andante III)
Breve fue su tiempo, acaso súper y restaurante.
Temerosa del gentío al lado, el vino fue casero
blanco, o tinto siempre asaz calentó la palabra.
Los avíos de cena llegaron special delivery.
Sentencia atroz, rodó cabeza y cuerpo tumultuoso.
Colgaron y nunca nadie advirtió la horca soleada
su sistema de cuerdas y contra pesos, nadie lo vio.
Adversos al murmurador, su chiribitil fue extraño;
lobos de Gubia permanecieron en su risco
rapada en su lana negra, ella devoró oveja y pastor
vesperal siempre hubo en él, hueso por lamer y roer.
Tal como uno que sueña haber soñado con Dios
temerosos guardaron astillas para más adelante
y como no sabían dónde queda el espacio en el tiempo
buscaron redomada batalla, apenas reposo, orillados
en la puerta del más adelante. Siempre supieron, al pretérito
sólo suyo pertenece el vacío, el hollejo chupado, relamido.
Después de todo qué podía esperar el vejete.
Acaso, liar los bártulos rumbo al habitual desengaño
a la puerta eterna, otra vez contra la nariz de la vida.
19, 9, 13
A la misteriosa
(Andante IV)
Tenía una vida en Managua. La eche a perder.
Seguro, la habría echado a perder en cualquier parte
Dada por el azar de mis padres, no la supe conducir
perdí mis años en cantinas y paliduchas de callejón.
Ahora ya todo pasó. No me queda nada.
Estoy más solo que durante aquellos años lapidarios.
Me quedé sin acordeón parisino, sin conservatorio romano.
Mi tiempo pasa lento, estoy ido en lo que pude ser sí ganaba
mi propia batalla contra mí. Confieso que perdí
Siempre hablo de esas cosas y, realmente,
por donde la busque ya no tiene salida el asunto.
Moriré un día de éstos y aún pienso que ganaré la guerra
ya perdida cuando andaba en mis alegres bermejas.
O guam tristis et afflicta voy por mi silencio desierto
pero no te enlutes, tú siempre tendrás París.
26, 09, 13
Edwin Yllescas (Managua, 1941), inéditos, Periódico de Poesía, UNAM, México
Como cuando el silencio es posible y las palabras empiezan a temblar.
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