La bahía de Kingstown
Todo lo que he visto, que sé
pertenece a ella, "viejas tetas marchitas".
A ella que "era parte de un mundo matutino,
tal vez mensajera", a ella,
humilde forma de un inmortal
que sirve a quien la conquista y alegremente la traiciona;
incluso el muchacho de rizos, por lo tanto, alborozado,
es mensajero de la secreta mañana
de los lugares "donde las bestias son sedosas de rocío"
incluso la Comedia y el Decamerón
y muchas otras cosas: todo.
Pero nunca he visto el puerto de Kingstown
con el barco correo que sale de la embocadura, por la mañana;
y cuántas otras cosas que no he visto
cuántas que no sé,
y todo aquello que no he visto y no sé
pertenece en cambio a él,
Aquel que está en tu vida.
Cada vacío de mi saber es un vacío del cosmos
y es allá donde reside él, ¡no invisible, no, sino jamás visto!
Él te tiene de la mano, empobrecido gentilhombre burgués,
y te conduce a través de un mundo de hermanos,
y así puedes distinguir entre malos y buenos
y luchar como una niña
tomando tus precauciones para amar, para odiar:
de otra cosa no hay cuidado.
¡Llegada desde los reinos de la Unidad
no conoces, como una bárbara, las Lagunas!
Tu cultura es paterna, y entonces crees que todas lo son.
Tu ingenuidad impetuosa, que no sabe de desmentidos,
y como los chicos y lo salvajes no cree en las pruebas -
Tú me ves en el puerto de Kingstown
delante de la dulce madre gris (1)
mirando el penacho de humo del barco postal, en la mañana,
y no tienes tiempo de volver los ojos
y beber un café con leche, que ya está lejos,
y si me trepo a una escarpadura
que da sobre mares sajones nunca vistos
(para llegar adonde no van las personas de bien)
crees que es una broma, un capricho de intelectual,
la seriedad está en otra parte, y nada, nadie, jamás,
puede ponerla por un instante en duda:
la seriedad de las normas dictadas por Él,
a las cuales tú, pobrecita, obedeces:
¿pero hasta que punto se puede contar con la obediencia?
Quien obedece está destinado a desobedecer,
esto me ha enseñado la dulce madre, olor de cenizas rosadas;
yo soy Focio, o uno de la banda de los pares que lo escarnecieron,
o Ario
Pero tú no lo crees,
tu formidable ingenuidad te lo impide,
porque se embroma, se embroma.
Tú -y es la primera vez que me sucede-
me ves parecido a Él,
Él reencarnado y destinado a morir;
pero yo no vi nunca el barco salir por la mañana
del puerto de Kingstown -y mil cosas más,
no he llegado a su edad,
y a pesar de esto
te obstinas en creerme como Él me querría,
porque nada y nadie te convencerían jamás de lo contrario.
Así (y es la primera vez, repito, que me sucede)
mis ojos toman en consideración
"las raleas inmundas de mujer, de carne de hombre
no hecha a semejanza de Dios, presa de la serpiente",
y fabulo de amor a Psikikó.
(1) Algy.Joyce.
Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975) "Trasumanar e organizzar", 1971, Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 2003
Versión: Jorge Aulicino
Nota del traductor:
Según las "Note e notizie sui testi" que acompañan la poesía completa de Pasolini, la única nota del propio autor a este poema refiere al comienzo de Ulises, de James Joyce, cuando Buck Mulligan, luego de limpiar su navaja de afeitar en el pañuelo de Stephen Dedalus, se asoma al parapeto de la plataforma de tiro de la torre Martello y exclama mirando la bahía de Dublin: "¡Dios mío! El mar es tal cual lo llama Algy: una gran dulce madre, ¿no?" Se entiende que Algy es Algernon Charles Swinburne y que Mulligan alude a unos versos de su poema The Triumph of Time: "I will go back to the great sweet mother, / Mother and lover of men, the sea." Fuera de la leyenda de que en la primera edición de Ulises se había deslizado "gray" (gris) por "great" (gran), y ese gray se mantiene en algunas ediciones, reemplazado inmediatamente por el great en la misma frase, lo cierto es que el gris de Pasolini no parece surgir sólo de esta alusión, sino que la funde con otra, y asimismo con la vista del barco correo. Pues luego de evocar los versos de Swinburne, Mulligan invita a Stephen Dedalus a asomarse al parapeto para ver el mar. Pero el gris no aparece aún. En todo caso, Mulligan ha dicho que el mar es snotgreen (verdemoco). Cuando se asoma, Dedalus ve el barco postal saliendo de la embocadura del puerto de Kingstown. Allí, Mulligan aumenta el calificativo: "¡Nuestra madre poderosa!", exclama. Y entonces: "He turned abruptly his grey searching eyes from the sea to Stephen's face" (Volvió abruptamente sus ojos grises inquisitivos desde el mar a la cara de Stephen).
La baia di Kingstown
Tutto ciò che ho visto, che so
appartiene a lei, “vecchie mammelle avvizzite”
A lei che “era entrata da un mondo mattutino,
forse messaggera”, a lei,
umile forma di un’immortale
che serve chi la conquise e chi allegramente la tradì;
anche il ragazzo coi ricci, dunque, gongolante,
è messaggero del segreto mattino
dei luoghi “dove le bestie sono seriche di rugiada”
e anche la Comedìa e il Decameròn
e molte altre cose: tutto.
Ma io non ho mai visto la baia di Kingstown
Con il postale che esce dalla sua imboccatura, il mattino;
e quante altre cose che non ho visto
quante non ne so,
e tutto ciò che non ho visto e non so
appartengono invece a lui,
Colui che è nella tua vita.
Ogni vuoto del mio sapere è un vuoto del cosmo
Ed è là che risiede lui, non invisibile, no, ma mai visto!
Egli ti tiene per mano, squattrinato gentiluomo borghese,
e ti conduce per un mondo di fratelli,
che così, tu puoi distinguere in cattivi e buoni,
e lottare come una bambina
prendendo le tue precauzioni per amare, per odiare;
di altro non hai sospetto.
Venuta dai regni dell’Unità
Non conosci, come una barbara, le Lacune!
La tua cultura è paterna; e dunque credi che lo siano tutte.
La tua ingenuità è impetuosa, che non conosce smentite,
e come i fanciulli e i selvaggi non crede alle prove -
Tu mi vedi nel porto di Kingstown
davanti alla dolce madre grigia [1]
a guardare il pennacchio di fumo del postale, nel mattino,
che non fai in tempo a voltare gli occhi
e a bere un caffellatte, che è già lontano,
e se m’inerpico su per una scarpata
che dà su mari sassoni mai visti
(per andare dove le persone perbene non vanno)
lo credi uno scherzo, un capriccio d’intellettuale;
la serietà sta altrove, e niente, nessuno, mai,
può metterla per un solo istante in forse:
la serietà delle norme dettate da Lui,
e a cui Lei, poverina, obbedisce;
ma fino a che punto si può contare sull’obbedienza?
Chi obbedisce è destinato a disobbedire,
questo mi ha insegnato la dolce madre, odore di ceneri rosate;
io sono Fozio, o uno della genia degli schernitori suoi pari
o Ario
Ma tu non ci credi,
la tua formidabile ingenuità te lo impedisce,
fin che si scherza si scherza.
Tu - ed è la prima volta che mi succede -
mi vedi simile a Lui
Lui reincarnato e destinato a morire;
ma io non ho mai visto il postale uscire il mattino
dal porto di Kingstown - e mille altre cose;
non sono giunto alla sua età,
e malgrado questo
tu ti ostini a sapermi come Lui mi vorrebbe,
perché nulla e nessuno mai ti convincerebbe del contrario.
Così (ed è la prima volta, ripeto, che mi succede)
I miei occhi prendono in considerazione
“i lombi immondi di donna, di carne d’uomo
non fatta a somiglianza di Dio, preda del serpente",
e affabulo d’amore a Psikikò.
(1) Algy.Joyce.
Ilustración: Bañistas en la orilla, 1909-1915, Henri Matisse
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