Carne de insomnio
Ruiseñor comí de tu carne y me hice adicto
al insomnio que ella contagia, por el cual
yo ya tenía una afición extraña
Oigo venir tu canto mudo aún
anudando la noche y el deseo de verte
Y no duermo jamás, sólo las horas
que muerdo el pan de preso y bebo el agua
de su Leteo en el tazón de fierro
Quieren que sobreviva a esta locura
y responda a tu canto con mi grito
por eso duermo poco y muero mucho
ruiseñor, escuchándote
"ave parlera la que fue niña muda".
Me parece la celda
no más la emanación de un lindo insomnio
y me parece frívolo compararla con otras
de tantas. Es la noche sin ti con el regusto
de tu carne que produce el insomnio, Filomela
y una adicción al canto con que ese pajarillo
virtuoso de mi oído, me desvela
-oh maravilla- y maravilla
porque es su canto mudo el que estoy escuchando
a la niña no al ave, ensangrentada en pájaro.
El bello pánico
Ya se sabe: la belleza
juvenil produce estragos en los hombres de mediana edad
efectos que pueden llegar a ser devastadores. Ellos creen
ser visitados por ángeles
emisarios de la Divina Prostitución Se suponen
acreedores del cielo que les devuelve, por fin, la mano
El bello pánico
asociado a la autocomplacencia Se hunden en la somnolencia
que les quita el sueño vegetal y les impone
la lúcida ensoñación de las intimidades del plancton
Alli se generan abstracciones imperceptibles
palacios perfectos radiolarios
Es un encanto de experiencia
desconsoladora en su temor de serlo
alimentada por el desconsuelo.
Yo, el libro
También el cuerpo se descompagina
porque lo hojeen distraídamente
Soy un imbroglio de maltratado papel
entre las manos de una lectora poco atenta
un magazine en un sala de espera
que irá a parar en unos días más
a la bolsa negra de polietileno
Antes de que esto ocurra, lee en mí
el último capítulo de nuestra historia en común
para que sepas.
Piedra sacificial
No me quiero hacer la víctima
A lo sumo estoy cómodamente tendido sobre la piedra
de los sacrificios
y un tipo que se limpia las uñas con un cuchillo
me dice: ¿qué es de tu vida?
¿No te parece que sobra?
Enrique Lihn (Santiago de Chile, 1929 - 1988), Al bello aparecer de este lucero [1983], LOM Ediciones, Santiago de Chile, 1997
Más poemas de Enrique Lihn en Otra Iglesia Es Imposible, Op. Cit., Bitacora y Arhivo de Enrique Lihn, A Media Voz, Poesía más Poesía, De Sibilas y Pitias, Eterna Cadencia, El Porteño
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Foto: Fundación Enrique Lihn
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