Detrás de la ventana, lluvia,
y detrás de la lluvia, música nocturna
de bajos eléctricos
como si fuera el fin del mundo.
Como si fuera el fin de un mundo:
sonidos de una fiesta ajena,
entre el caer, continuo, del agua,
allá, al fondo de todo, en lo negro.
Nubes blancuzcas a la mañana en
el charco, un papel
como crucificado, también blanco, en el gris, viento,
y algo en el viento, o detrás de él, o en la mente
(ruidos al fondo
de la oscuridad, el caer de un agua), y la luz:
el lento hacerse otra vez del mundo en la luz;
un lento hacerse, otra vez, y el mundo, y la luz.
Noviembre (VII)
El gran cuerpo inocente de mi padre, su
pesadez translúcida, la piel
extensa y pálida humillada
por la ciencia médica. Enceguecía el
verano, la basura al costado de los rieles
pugnaba por manifestarse. No hay
cuervos en este paisaje:
cerveza tibia y revistas de fútbol.
¿Pasó algo desde aquellos días? ¿Volví?
Ahora que miro esta planicie del cosmos,
es verano otra vez: motores detrás de la luz, la luz
como si para siempre, como
quien avisa “es así” ¿es así?
Soy el que, más papel que carne, gira
dentro de un cubo, ante una ventana. No estoy
en esta escena que creció a su modo
entre las ruinas de un planeta ocupado, ¿no estoy?
Papel o carne, me repito, arruinados, tratados mal,
desperdiciados no sé a cuenta de qué (saliva agolpada en
la boca, tensión en los músculos): no el alma, la carne, los
gestos que me hacen,
fuera de toda razón, de toda belleza, en mi fin.
Alas rasantes sobre un mediodía plúmbeo, palabras.
Daniel Freidemberg (Resistencia, 1945), "En la resaca", Sonidos de una fiesta ajena, Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2012
Ilustración: 020608-3-60x60. Foto de Eduardo Grossman
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