Del silencio de la tarde se desprende
el canto de las cigarras
se propaga por el aire
como una onda expansiva
y de nuevo
se apaga.
Hay cosas que se resquebrajan con el sol
como las sillas que se olvidaron
de guardar hace cien veranos
pero las vides y los duraznos
lo necesitan
apenas una nube podría arruinar la temporada.
El verano que murió mi tía
se pudrió la pileta
abandonada desde el enero anterior
como un emblema que coronara
la decadencia de la casa de Bowen
un cúmulo de ruinas
desde la muerte de los abuelos.
Ahora mamá sacrifica
manos y espalda cultivando
flores en el jardín
plantando limones duraznos ciruelos
haciendo crecer el pasto
del pedregal y el yuyerío
ya tiró tanta basura
que podría clasificarla
según eras geológicas.
Mamá otra vez levanta una casa vieja
cargada de todo lo que quería
dejar atrás
con el celo y el amor
con el que nos cosía las medias
y nos cuidaba en la fiebre
o con la desesperación
que producen las parras secas
los mosquiteros rasgados
y las paredes agrietadas
por la humedad y el abandono.
Federico Lardies (Buenos Aires, 1993), "Un cierto bienestar que viene de las ruinas", Periódico de Poesía, edición digital, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 10 de abril de 2023
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