Proceso de reorganización lírica
Ni en sueños esas dos palabras hubiera
ocupado un sitio de preferencia, pero
así suceden las cosas, y no hace falta
dormirse para que surjan. Me esperaban
en ayunas “amotinar y radioactividad”,
en ese orden. La cosa urbana, introspectiva
y necesaria, como todo pensamiento al azar
que quita el aire desde su punto límite,
y donde una persona pregunta a otra
si aún está en la oscuridad, y el segundo
solo responde: “Puede encender”.
Despidos masivos
a Juan Rapacioli y Lucía Cytryn
“Me desvié para pasar por ahí y terminé
caminando hasta el bosque. Pa, es hermosa
esa zona bajando al bosque. Ahí quiero
vivir algún día. Tiene edificios re parisinos.”
La realidad deja por momentos de constituirse
cuando el sentido común se siente apabullado
y retuerce las veces necesarias un baño
de inmersión y vidrio. Pero eso no se hace,
sobre todo cuando el instante palpita
sin descanso y parece un terremoto
petrificado que no termina de evolucionar.
“Me encontré con Pepe. Lo saludé. Lo vi bien.”
No se puede escribir con antelación decenas
de intentos si no se tuvo más que dos.
Por ese motivo nos pudrimos y oxidamos
de arriba abajo y de abajo arriba
por demás preñados de puntos luminosos
cuyo desarrollo son la falta de escrúpulos
de sistemas de signos cerrados, lo mismo
que deshacer el equipaje con la valija vacía,
o la manera en que burlamos los paréntesis
de un asunto personal. Hay una suposición
donde existe una duda, y eso bien lo saben
los artistas del cálculo sin conocer a ciencia
cierta esa procedencia. No es un descanso
hebdomario, sino un descanso eterno.
Y eso también lo saben. Es el resultado
de la atención cuando se suma mirar + pensar:
algo más complejo que describir la invasión
de un aroma donde el desperfecto es despojo,
la invalidez un suceso, y la caridad, algo
irrelevante que no echa luz sobre ninguna
de las posibles conclusiones. Todo un sueño
inconstante para una conciliación obligatoria
que prevé aumento de salarios del catorce
por ciento. Enorme derrota en el plano
de los sentimientos. ¿Sabés que hay reflujo
de información y aún reflujo de dinero?
Las palabras no significan nada para esos
alumnos semidormidos, aunque nadie resista
por mucho tiempo aun poblando con fuerza
un traumatismo. Pero cada quien se encuentra
otra vez solo en el momento que desaparecen
cantidades de máscaras en un entreacto.
Ahora respondo a tu pregunta: si mañana
se presentase el gran amor, no podría
impedirlo. Porque estamos afuera si no hay
ninguno adentro, y en cierto modo fueron
ellos quienes se interesaron por el proceso,
no nosotros. Desde ya, un lagarto –diría Kluge–
siempre se verá como una lagartija aumentada.
Mario Arteca (La Plata, Argentina, 1960)
Editorial de la Universidad de La Plata,
La Plata, 2021
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Foto: Clarín
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