Foto con águila mora
El vecino atrapó un pichón guacho de águila
mora en su campo de las sierras y ahora
vive a resguardo en los fondos de su casa.
¿A quién se le ocurre traer un águila
y ofrecerle una vida doméstica y familiar?
Al vecino, que es la persona más buena
que cualquiera se pueda imaginar.
La alimenta con carne cruda de oveja
que el águila deshace con sus garras
afiladas y su pico en forma de gancho.
Con su plumaje gris oscuro, azulado,
el vientre blanco y el pecho negro,
anda suelta en el patio durante el día.
Creció con las alas recortadas, se la ve
corretear entre el deseo y la decepción.
En uno de los intentos logró saltar
el muro de allá y quedar parada
en el muro de acá; asombrada posaba
la mirada en cada uno de nosotros
moviendo rápido su cabeza pequeña.
Ni al acercarnos con la peligrosa tentación
de la curiosidad logramos inquietarla;
no se iba, no se quería ir, se encontraba
a gusto en esa altura de privilegio.
Alguien fue a la casa por la cámara de fotos,
nos inclinamos para entrar en cuadro,
unos en cuclillas, otros de rodillas.
La imagen de apuro salió nítida: estamos
posando a sus pies, el águila mora se ve
sobre nuestras cabezas con las alas plegadas,
como un dios que ha bajado los brazos.
Saber y no saber
“Entre no saber nada y saber lo que los otros
quisieron que supiera
debí elegir lo primero”,
Joaquín Giannuzzi, Historia nacional.
A la mañana digo saber y a la tarde no saber,
no sé qué es esto y a veces no puedo saber
qué es lo otro, por cosas así me siento
una especie defectuosa de vagabundo mental,
una manzana criolla cortada por la mitad,
ni bromista amateur ni trágico profesional.
Otros andan con un cuchillo en la cabeza
y no se quejan: así que, JC, a otro lado
con el lamento y a recorrer a pie los mil
pormenores del camino, si no hay camino
a elevarse unos centímetros del suelo y levitar,
y no es levitación lo que nos salva de lo real,
como el día que manejé a 140 km x hora
del pueblo a la ciudad a orillas del mar
para ver a mi padre en terapia intensiva
con infarto agudo de miocardio.
Sé y no sé lo que es un viaje, sé y no sé
lo que es real en el movimiento.
Siempre tengo la corazonada de que algo ocurre
sin que lo sepa, o la inminencia, y nada más,
de que algo va a ocurrir y vivir para eso.
A la mañana digo saber y a la tarde me callo la boca.
Cuando me pierdo, mi memoria es mi camino,
pero no asegura nada, lo sigo como se pasa
el dedo por un vidrio empañado.
Juan Carlos Moisés (Sarmiento, Chubut, Argentina, 1954)
La Carta de Oliver,
Buenos Aires, 2021
Otra Iglesia Es Imposible - Ediciones del Dock - La Infancia del Procedimiento - Op. Cit. - Festival Internacional de Poesía de Rosario - El Poeta Ocasional - La Caína - Poetas Argentinos - NCO - Letralia - Sur y Sur - Lexia
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Foto: Diario NCO
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