Una vida debería dejar
profundas huellas:
surcos en el sitio
en que ella salía y volvía
para buscar el correo
o mover la manguera
en el jardín;
pararse ante el fregadero,
un lugar desgastado;
bajo su mano,
los tiradores de porcelana
frotados hasta convertirse
en pastillas blancas;
el interruptor que solía
buscar tanteando
a oscuras
casi borrado.
Sus cosas tendrían
que conservar sus marcas.
El paso de una vida
debería verse;
mostrar su erosión.
Y cuando la vida se interrumpe,
un cierto espacio
-por pequeño que sea-
tendría que exhibir las cicatrices
de ese tránsito
grandioso y dañino.
Las cosas no tendrían
que ser tan duras.
Kay Ryan (San José, Estados Unidos, 1945), "Conversos", traducciones de Mirta Rosenberg, El paisaje interior, Bajo la Luna, Buenos Aires, 2012
Things Shouldn't Be So Hard
A life should leave
deep tracks:
ruts where she
went out and back
to get the mail
or move the hose
around the yard;
where she used to
stand before the sink,
a worn-out place;
beneath her hand
the china knobs
rubbed down to
white pastilles;
the switch she
used to feel for
in the dark
almost erased.
Her things should
keep her marks.
The passage
of a life should show;
it should abrade.
And when life stops,
a certain space—
however small—
should be left scarred
by the grand and
damaging parade.
Things shouldn't
be so hard.
The Niagara River [2005] © Grove Press
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