Sus rasgos se despliegan cuando reclina
la cabeza en el lavabo. Yo hago tiempo
templando el agua justo a punto.
Casi me he acostumbrado a tocar cabellos viejos
y aprendido a respetar el rostro de una cliente
al sujetar la frente con mi mano libre
y apretar el chorro contra el cuero cabelludo.
Debo poner atención a mis dedos
y no quedarme viendo sus afelpados cachetes
o los pliegues de la barbilla que al abrirse revelan
un arrugado cuello y el agujero impecable
por el que ahora ella respira.
Si yo entendiera las palabras que eructa
en su nueva esofágica voz, podría preguntar
sobre el cáncer y sobre lo que ocurriría
si mi mano resbalase y la áspera espuma
drenara fácilmente por una red de surcos
o si una mosca... Tengo que echar un ojo.
La abertura es nítida y oscura, enmarcada
por piel de una suavidad intolerable.
Ha cerrado los ojos y sonríe, mientras
la masajeo con esmero y me concentro
en tres cosas que mi madre me dijo
que una peinadora nunca debe mencionar.
de Night Photograph
Lavinia Greenlaw (Londres, 1962), Carlos López Beltrán y Pedro Serrano, La generación del cordero. Antología de la poesía actual de las islas británicas, Trilce Ediciones, Ciudad de México, 2000
Sex, politics and religion
Her features unfold as she lowers her head
back against the basin. I play for time,
getting the temperature of the water just right.
I have almost grown used to touching old hair
And have learnt to respect a customer’s face,
Clamping my free hand against the forehead
and forcing the spray tight against the scalp.
I must keep my eyes on my fingers
and must not stare at her feathery cheeks
or the rolling chin that falls away to reveal
her puckered throat and the seamless hole
through which she now has to breathe.
If I understood the words burped into shape
by her new oesophageal voice, I might
ask about cancer and what would happen
if my hand slipped and the harsh foam
dribbled comfortably down a network of gullies,
or if a fly… I have to get a look.
The opening is neat and dark,
framed by skin of an unbearable softness.
She has shut her eyes and is smiling
as I massage hard and keep my mind
on the three things I was told by my mother
that a hairdresser should never discuss.
Foto: Lavinia Greenlaw en Poetry Foundation
la cabeza en el lavabo. Yo hago tiempo
templando el agua justo a punto.
Casi me he acostumbrado a tocar cabellos viejos
y aprendido a respetar el rostro de una cliente
al sujetar la frente con mi mano libre
y apretar el chorro contra el cuero cabelludo.
Debo poner atención a mis dedos
y no quedarme viendo sus afelpados cachetes
o los pliegues de la barbilla que al abrirse revelan
un arrugado cuello y el agujero impecable
por el que ahora ella respira.
Si yo entendiera las palabras que eructa
en su nueva esofágica voz, podría preguntar
sobre el cáncer y sobre lo que ocurriría
si mi mano resbalase y la áspera espuma
drenara fácilmente por una red de surcos
o si una mosca... Tengo que echar un ojo.
La abertura es nítida y oscura, enmarcada
por piel de una suavidad intolerable.
Ha cerrado los ojos y sonríe, mientras
la masajeo con esmero y me concentro
en tres cosas que mi madre me dijo
que una peinadora nunca debe mencionar.
de Night Photograph
Lavinia Greenlaw (Londres, 1962), Carlos López Beltrán y Pedro Serrano, La generación del cordero. Antología de la poesía actual de las islas británicas, Trilce Ediciones, Ciudad de México, 2000
Sex, politics and religion
Her features unfold as she lowers her head
back against the basin. I play for time,
getting the temperature of the water just right.
I have almost grown used to touching old hair
And have learnt to respect a customer’s face,
Clamping my free hand against the forehead
and forcing the spray tight against the scalp.
I must keep my eyes on my fingers
and must not stare at her feathery cheeks
or the rolling chin that falls away to reveal
her puckered throat and the seamless hole
through which she now has to breathe.
If I understood the words burped into shape
by her new oesophageal voice, I might
ask about cancer and what would happen
if my hand slipped and the harsh foam
dribbled comfortably down a network of gullies,
or if a fly… I have to get a look.
The opening is neat and dark,
framed by skin of an unbearable softness.
She has shut her eyes and is smiling
as I massage hard and keep my mind
on the three things I was told by my mother
that a hairdresser should never discuss.
Foto: Lavinia Greenlaw en Poetry Foundation
Me atrapó! Me facsinó!
ResponderBorrarGracias Jorge