que llegaron a bordo del Jamaica Marú;
Maggie, la mayor, tiene ojos como turquesas
y bebe gin en este viejo bar del Dock Sur.
Nancy, la menor de ellas, parece una gitana,
pero nació en el barrio más pobre de Dublín;
arde en sus ojos negros una pasión lejana
y en su pálida frente hay una cicatriz.
De dónde las trajeron los chinos taciturnos
Maggie me habló al oído: “los conocí en Shangai...”
(En el bar se morían los murmullos nocturnos
y en los labios de Nancy se apagaba un cantar...)
El Marú había partido con rumbo a Yokohama.
Maggie me amó en las noches siniestras del Dock Sur;
Me hablaba de su vida errante, y una llama
de pasión palpitaba en su mirada azul.
Nancy, junto a nosotros, cantaba dulcemente
canciones misteriosas de la China y del mar.
(Quién las llevó de Irlanda al infierno de Oriente,
y por qué las trajeron los chinos de Shangai).
Pero yo amaba a Nancy, la irlandesa morena;
los chinos, silenciosos, miraban a las dos;
las casuchas dormían bajo la luna llena
y en los negros navíos temblaba un resplandor.
¡Nancy! ¡Nancy! Una noche su canción quedó trunca;
los chinos dormitaban borrachos de chandú...
¡Pobre Maggie! Esa noche bebió más gin que nunca
y se arrojó a las aguas oscuras del Dock Sur.
y bebe gin en este viejo bar del Dock Sur.
Nancy, la menor de ellas, parece una gitana,
pero nació en el barrio más pobre de Dublín;
arde en sus ojos negros una pasión lejana
y en su pálida frente hay una cicatriz.
De dónde las trajeron los chinos taciturnos
Maggie me habló al oído: “los conocí en Shangai...”
(En el bar se morían los murmullos nocturnos
y en los labios de Nancy se apagaba un cantar...)
El Marú había partido con rumbo a Yokohama.
Maggie me amó en las noches siniestras del Dock Sur;
Me hablaba de su vida errante, y una llama
de pasión palpitaba en su mirada azul.
Nancy, junto a nosotros, cantaba dulcemente
canciones misteriosas de la China y del mar.
(Quién las llevó de Irlanda al infierno de Oriente,
y por qué las trajeron los chinos de Shangai).
Pero yo amaba a Nancy, la irlandesa morena;
los chinos, silenciosos, miraban a las dos;
las casuchas dormían bajo la luna llena
y en los negros navíos temblaba un resplandor.
¡Nancy! ¡Nancy! Una noche su canción quedó trunca;
los chinos dormitaban borrachos de chandú...
¡Pobre Maggie! Esa noche bebió más gin que nunca
y se arrojó a las aguas oscuras del Dock Sur.
A la deriva: canciones de los puertos, de las tierras y de los mares, 1920
Héctor Pedro Blomberg (Buenos Aires, 1889-1955), "Diez poemas de la década de 1910. Seleccionados por Santiago Sylvester", Otro río que pasa. Un siglo de poesía argentina contemporánea, Bajo la Luna, Buenos Aires, 2010
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Foto: Historia de la Literatura Argentina, Centro Editor de América Latina, 1968 Wikimedia Commons
'chinos', mujeres y cátulo castillo:
ResponderBorrar«Mirando al Fujiyama brotaron los almendros,
los sueños y los besos... ¡que ya no pueden ser!».
Está muy buena esta historia con métrica clásica. Tiene condimentos misteriosos y románticos. La estrofa final sorprende un poco por lo trágica, no?
ResponderBorrar¡Muy buena la cita de Sibila! No conocía esos versos ni sabía que un peronista –entiendo que Castillo lo fue– podía tener tanta imaginación.
ResponderBorrarcri, cri...
ResponderBorrarcreo que Blomberg trata en las dos irlandesas la situación de las dos irlandas:la del norte y la del sur. La isla tiene mar azul turquesa en el norte y dublin es un puerto del sur. Recuerda su ancestro noruego y recuerda las historias que le contaba su madre sobrina del presidente del paraguay, sacrificado por la infame guerra de la triple alianza. Hacen eco en su corazón sus viajes por el mundo sobre todo por la china. El poeta le canta a los dos irlandas en las dos irlandesas.
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