Un integrante de la cámara de los lores amaneció con la cabeza hundida en el agua de la bañadera. Sobre la tapa del retrete se encontró una nota con su firma: "No tengo ganas de matarme". La Policía pensó en un asesinato, pero no había signos de lucha ni de violencia en la casa ni en el cuerpo. Garbeld acudió a la casa acompañado del inspector Arrob. Examinó todo sumariamente y dijo: -Este hombre no quería matarse. -Entonces nuestra tesis es correcta, fue muerto --dijo Arrob. -Este hombre se mató -respondió Garbeld. -No entiendo jota de lo que dice--dijo Arrob. -Pues este hombre no quería matarse y se mató --dijo Garbeld. Y presa de súbita irritación, salió de la casa vociferando: -¡Demonios!¿Cuándo la gente aprenderá a no ser consecuente? ¿No ven que la lógica perfecta de sus hechos desconcierta a las mentes mejor preparadas para la intuición? Arrob lo siguió hasta el coche y lo tomó del brazo. -No permitiré que esto quede en otra de sus enseñanzas orientales -le dijo. -¿Por qué se mató este hombre que no quería matarse? -Era un suicida, inspector -respondió Garbeld-. Sin daño a la voluntad de vivir, el suicidio se reduce a un acto formal, cual es pasar de la vida a la muerte aquello que ya ha dejado de vivir.
Gustav Who. Obras completas, Mercedes, 1935.
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