(...)
Yo vivo en el infierno de los perros,
arenales calientes que nunca afilan las garras,
montañas de esqueletos de pescado
y la calor eterna entre vendavales y brisas.
Los perros que muy seguido no comen
le ladran a las olas y rabiosos
andan mordiendo el viento.
Por no haber sido aplicado
ahora estoy condenado
a vivir en esta hamaca
escuchando a los orioles amarillos.
Por no haber sido aplicado
y practicar wingsuit con cromosomas
ahora estoy condenado
para siempre, a la rima y a las bromas.
Acá en la iglesia me dicen el Soga
y en la mezquita de la vuelta, Maderita,
pero mi nombre es Lagarto.
Acá me dicen Botella
pero mi nombre es Bolsita
de plástico.
Alon Niña Maharlika
y el Lobito es toda mi familia.
La casa está llena de vecinos
que a la noche caminan invertidos
por el cielorraso, vecinos fríos de goma blanda,
butikís lizards y lagartijas.
La tabilí es rama de carne
y mi nombre es Tambís.
Ahora resulta que lo mejor que me pasa
es una Go Pro con mango flotante
y toda la humareda circundante
que no se aleja nunca
de aquel lote de barcazas.
La brisa viene a la mesa
a acariciar la comida
y zarparse los vapores de los platos,
la brisa viene a la cama
a refrescar los colchones
y la almohada.
Por esta choza barata
de junco y clavo herrumbrado
la brisa pasa de largo
atravesando
telas cañas y ennipados.
En cambio los vendavales
que se mandan a la noche
se trenzan con las palmeras,
la pelea suele durar la noche entera.
Vendaval encastra en palmeral,
son palabras macho y hembra,
son objetos hembra y macho
y yo en el medio me bautizo basural.
(...)
Daniel Durand (Concordia, Argentina, 1964)
Fadel & Fadel,
Buenos Aires, Argentina
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Foto: Wikimedia Commons
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