Abeja negra
Más bien buscar hacia el cisne
Y los blasones cruzados son espadas
Un puñal como almohada
Una lágrima eterna sobre la frente
Bajo el alto tocado
El silencio entre las flores que hacen signos
A la puesta del sol
Una golondrina cayendo verticalmente en un lago
La torre y las cortes de amor
El mar que irrumpe con espuma en los labios
El horizonte regular de una vida bajo la lámpara
Apagadas todas las luces es posible
Escuchar gemir el ave nocturna
En su oído
Le château de grisou, 1942
Batalla al borde de una catarata
Tener entre las manos largamente una sombra
De cara al sol
Tu recuerdo me persiga o me arrastre sin remedio
Sin salida sin freno sin refugio sin habla sin aire
El tiempo se transforma en casa de abandono
En cortes longitudinales de árboles donde tu imagen se disuelve en
humo
El sabor más amargo que la historia del hombre conozca
El mortecino fulgor y la sombra
El abrir y cerrarse de puertas que conducen al dominio encantado de
tu nombre
Donde todo perece
Un inmenso campo baldío de hierbas y de pedruscos interpretables
Una mano sobre una cabeza decapitada
Los pies
Tu frente
Tu espalda de diluvio
Tu vientre de aluvión un muslo de centellas
Una piedra que gira otra que se levanta y duerme en pie
Un caballo encantado un arbusto de piedra un lecho de piedra
Una boca de piedra y ese brillo que a veces me rodea
Para explicarme en letra muerta las prolongaciones misteriosas
de tus manos que vuelven con el aspecto amenazante de un
cuarto modesto con una cortina roja que se abre ante el infierno
Las sábanas el cielo de la noche
El sol el aire la lluvia el viento
Sólo el viento que trae tu nombre.
La tortuga ecuestre, (1936-1939), 1957
El humo se disipa
A donde voraz y ciego
Es el Minotauro el fuego
Y es el laberinto el humo
Calderón de la Barca
Tu aliento es como la mejor mañana fresca de olor de aves y de mar un
velamen cruza veloz la foresta interdicta de tu aliento donde los
pájaros se columpian picoteando estrellas mientras un galope
tendido de gacelas trastorna las flores y las convierte en piedras
de luna y el silencio recorre la escala de tu aliento de fuente y de
montaña nevada.
Frente a frente tu aliento el soplo aterrador de la primavera en los
bosques de nieve eterna iniciando el desfile de los témpanos
coronados de osos polares flameantes
Tu aliento certero en medio del corazón una piedra que cae en el estanque
dormido y levanta geiseres de estrellas enloquecidas que buscan su
origen en tu boca
Tu aliento es un despeñadero en el que caen árboles enteros y el ruido se
tapiza y las frutas maduran y todo se volatiliza en una caída sin
término
La mañana perfila los cendales de tu aliento y la tormenta tiene olor de tu
saliva y tu saliva es el cráter de donde vuelan los peñascos
enfurecidos portadores de mensajes ilegibles.
Tu aliento de meteorito disparado desde el cielo cayendo en un bosque
ardiente chamuscando leopardos y provocando el alarido de los
elementos
Tu aliento es humareda de ignición de poemas obscenos tu aliento
precipitándose a mansalva sobre campos inmensos bajo la luna
Tu aliento en la mañana la nostalgia de la noche fulgurante de rayos que
bordan en el cielo las cataratas de tu aliento
La tortuga ecuestre
César Moro (Lima, 1903-1956), Obra poética completa, edición de André Coyné, Daniel Lefort y Julio Ortega, Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2015, vía revista Ñ, 6 de julio de 2014
César Moro en Otra Iglesia Es Imposible
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Foto: César Moro, c.1950, Wikimedia Commons
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