Oro
No hay otra manera, debes hacerte como la piedra
cuando rondas su compañía
Yorgos Seferis
Permanecías callada, tu infancia entera un juego
de perseverancia en el silencio. Callada: definición de alguien por lo que no dice. Como si tomáramos la sombra de un ser y con ella construyéramos la imagen,
completando su cuerpo con la idea de lo que allí falta. O como cuando decimos de un paisaje: es árido, suponiendo que algo que debería estar creciendo en él ha decidido, misteriosamente, ausentarse.
¿Pero y si se tratara de riqueza
y no de pérdida esa ausencia de frutos, árboles, palabras?
Tu casa estaba construida en un paisaje árido.
Lo recorrías con el entusiasmo de los buscadores de oro, segura de la existencia de ese tesoro y de tu decisión
de hallarlo. La aridez era tan bella
como la visión que, imaginabas, se tenía del océano desde los barcos: una extensión de luz vacía,
todo un país para ser habitado y a su vez una magnífica excusa para el futuro exilio.
Cierta vez te advirtieron del peligro de vivir entre piedras:
-vas a terminar convirtiéndote en una de ellas. No pensaste entonces en la quietud,
en la invariable tristeza. Pensaste en cambio: de las piedras se arrancan las palabras, de la minúscula entraña
de las cosas calladas.
Malaquita
¿Quién te rescataría de la extensa siesta de tu ciudad
pequeña? De la misma paciente manera
en que las peregrinas de la Edad Media
cargaban sus piedras de malaquita, amuleto
contra los peligros del camino y los relámpagos,
en tu viaje llevarías las palabras de los libros,
serenas dentro de su inalcanzable órbita de silencio.
Un satélite más, tu cuerpo, en su lento giro idéntico.
La espera de la pasión es la dicha más perfecta,
no su llegada. El metrónomo del verano mide el ritmo
de la sequía, de la lluvia. Cuando ella sí llegue,
será espléndida. Mientras tanto, el peregrinaje va creando
el camino que recorre, como pequeñas puntadas de un tejido:
tu vida. Con las hebras que hubiera.
Si no se habita en el mundo, no se puede construir hogar,
calor o piedra que te cubra de los peligros del camino,
los relámpagos. Entonces, que tu amor a las palabras alcance
a temblar en la vacilación de la luz en el instante
que precede a la total oscuridad. Se desvanezca
cuando la luz se desvanezca y solo entonces.
Que aún allí toque tu cuerpo y lo encienda.
Claudia Masin (Resistencia, Argentina, 1972)
Geología,
Caleta Olivia,
Buenos Aires, 2018
Espacio Luke
El Otro
Malón Malón
Foto: FB
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