El puente se cerró girando entre las luces
y de pronto el don fue el detalle:
la forma oval de las flores
en la rama del árbol de Judas
esto, un instante antes que el volante
nos arrojara sobre el tronco en los márgenes del bosque.
Todo quedó intacto pleno de color:
lila y cobalto y un marrón repujado de gris
pero incapaz de socorrer
como un recuerdo usual. El viento
sin origen ni olor. La colina
un cono desnudo como el Calvario.
Soñé con nosotros dos en un pasado próximo, ardiente.
Luego, de manera más desenfocada -en una cuesta de la memoria:
el viaje, el sexo: dos espectros lentos en sus vestidos-
Me moví con el pensamiento -difícil decir cómo-
mientras no muy distante el mundo continuaba.
De golpe el dolor tomó nombres distintos
de los eventos naturales, como: "huracán islandés"
o "fohn de medianoche".
Hasta el frío que nos batía las muñecas
antes del reventón pareció digno
de una larguísima plegaria.
Podríamos estar de rodillas -tal vez para siempre-
ante el techo de pizarra:
y aquella piedra y la ventana amarillo-ocre,
un oro de los mayas en el atardecer...
Podríamos estar...
la condición del verbo desapareció devorada por el estruendo.
Vi las pocas nubes detenidas en las vetas.
Estás andando, me dije, ya estás leyendo hacia atrás.
Antonella Anedda (Roma, 1958), "Dal balcone del corpo", 2007, Antología, traducción de Jorge Aulicino, Hilos Editora, Buenos Aires, 2014
Foto: s/d
Tra il prima e il poi. Incidente
Il ponte si chiuse ruotando tra le luci
e subito il dono fu il dettaglio:
la forma ovale dei fiori
sul ramo dell’albero di Giuda
questo un attimo prima che il volante
ci spingesse sul tronco ai margini del bosco.
Tutto rimase intatto colmo di colore:
lillà e cobalto e un marrone sbalzato di grigio
solo incapace di soccorrere
come un ricordo usuale. Il vento
senza origine e odore. La collina
un cono nudo come il Calvario.
Sognai noi due dentro un passato prossimo, bruciante.
Poi, in modo più sfocato – in un pendio della memoria:
il viaggio, il sesso: due spettri lenti dentro i vestiti –
Mi spostai col pensiero - difficile dire come -
mentre poco distante il mondo continuava.
Di colpo il dolore prese nomi diversi
di eventi naturali come: “uragano islandese”
o, “fhonn di mezzanotte”.
Perfino il freddo che ci batteva i polsi
prima dello schianto sembrò degno
di una lunghissima preghiera.
Ci saremmo genuflessi- forse per sempre –
davanti al tetto di ardesia:
a quella pietra e alla finestra giallo-ocra,
un oro dei Maya nel tramonto…
Ci saremmo…
la condizione del verbo sparì inghiottita nel clangore.
Vidi le poche nubi ferme nelle vene.
Stai andando, mi dissi, stai già leggendo all’indietro.
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