A estas horas el alma vaga ingrávida
por las calles de la ciudad, invisible y muda,
estupefacta ante la humeante mezcla de oros y grises
que al aire rezuma, los sombríos medios tonos
de polvo ocupando ya el cielo nublado
mientras el cuerpo yace desganado a la ventana
indolente y pesado, exhausto para mover un dedo,
hastiado para levantarse o acostarse.
A esta hora el alma es como una ala amarilla
que escapa entre las frondas, una pequeña nube
estática cerniéndose sobre las aceras, apelando
a la noche que se aproxima: "azórame, azórame",
mientras el cuerpo yace displicente a la ventana
escuchando los claros reclamos de los muertos
transparentes como vidrio, clarividentes como cristal...
Algunas noches casi está listo para irse con ellos.
Ah, esta es una tensa, insólita atadura,
un injerto rabioso de lo rápido y lo lento:
cuando el alma vuela, el cuerpo se hunde
y toda la noche -encerrados en el mismo espacio atestado-
se la pasan peleando, amenazándose mutuamente
con dejarse, llenando el aire enmudecido
con un ruido de baja quemazón interna.
¿Cuánto ha de durar este enmadejado matrimonio?
A medianoche el alma sueña con un pequeño fuego
de estrellas ardiendo al otro lado del cielo,
pero el cuerpo se extasía en un triste lustre nocturno,
una oscuridad de ojos vacíos. Pobres ángeles desdichados
enfebrecidos amores antiguos: no os separéis todavía.
Dejad que lo que se alza viva con lo que cae.
Edward Hirsch (Chicago, Estados Unidos, 1950), "Willd Gratitude", 1986
Aligeren la oscuridad,
traducción de Pedro Serrano,
CONACULTA-Cooperativa La Joplin,
Ciudad de México, 2014
Poor Angels
At this hour the soul floats weightlessly
through the city streets, speechless and invisible,
astonished by the smoky blend of grays and golds
seeping out of the air, the dark half-tones
of dusk suddenly filling the urban sky
while the body sits listlessly by the window
sullen and heavy, too exhausted to move,
too weary to stand up or to lie down.
At this hour the soul is like a yellow wing
slipping through the treetops, a little ecstatic
cloud hovering over the sidewalks, calling out
to the approaching night, “Amaze me, amaze me,”
while the body sits glumly by the window
listening to the clear summons of the dead
transparent as glass, clairvoyant as crystal.
Some nights it is almost ready to join them.
Oh, this is a strange, unlikely tethering,
a furious grafting of the quick and the slow:
when the soul flies up, the body sinks down
and all night—locked in the same cramped room—
they go on quarreling, stubbornly threatening
to leave each other, wordlessly filling the air
with the sound of a low internal burning.
How long can this bewildering marriage last?
At midnight the soul dreams of a small fire
of stars flaming on the other side of the sky,
but the body stares into an empty night sheen,
a hollow-eyed darkness. Poor luckless angels,
feverish old loves: don’t separate yet.
Let what rises live with what descends.
© Edward Hirsch
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Foto: Mike McGregor/The Guardian
Foto: Mike McGregor/The Guardian
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