el devoto paso de los animales a las
aguas.
En plástica humillación, ese recorrido elude todo infierno.
Ellos están mansos en su olfato. Conocen su deseo como
nosotros las marcas de la frente
una tensión de bestias en el polvo
y las lenguas pesadas, entregadas al paisaje que aguarda.
La huérfana soy yo sin mandato que
termine con la sed
soy la que está en el fuego de la estampida.
quizás en mi monedero sostenga,
remota, un arma pequeña, de dama, adornada con
incrustaciones de nácar
un instrumento cursi para matar.
y después ese tiempo de convalecencia
el pabellón con una suave fila de camas de hierro frente a
largos ventanales
ir hasta los vidrios con un rengueante
camisón de franela cubriendo el deterioro.
el campo es una helada curva hacia la ruta, el plateado
sonido de los álamos, portones movibles que separan
camiones tapados con lona, cortezas empalidecidas por la
cal, las líneas de alambre manchadas de ligustro
paisaje blanco espuma de la peste
el cartel de chapa se agita en la intemperie, como la
bandera de una patria se desparrama para cubrir el
cuerpo de los tullidos
un amargo olor quemado desprende la
estufa con velas de loza entristecidas por el humo
las sábanas se desparraman en los mosaicos
sin orden. El ventanal dilata un páramo de arcilla
empapada. Dibujos de agua adornan la tierra fría
ventanal de La Matanza
tengo mi zapato en la mano
de cordones apretando el cuero, de alta suela negra:
un zapato de invierno.
Leonor García Hernando (San Miguel de Tucumán, 1955-Buenos Aires, 2001), Tangos del orfelinato. Tangos del asesinato, Colección Mascaró, Buenos Aires, 1999
Foto: García Hernando s/d
Me fascina LGH, creo que es única para retratar el desastre. Saludos
ResponderBorrarLeonor era mi amiga y yo edité uno de sus libros, ella era una poeta, nunca podré agradecer suficientemente a un poeta por escribir su poesía y en este caso particular, el permitirme ser parte de la gran conspiración textual, eso es impagable.
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