A falta de instinto asesino
Me encontré con una liebre absorta, quieta,
Sentada en medio de la huella cubierta de hierba,
Cuando corría a las colinas, a la hora en que
Mi padre moría en un hospital—
De pronto vuelvo a verla, traída de regreso
por la foto premiada del diario de la mañana:
Dos galgos tropezando, absurdamente gordos,
Mientras la liebre corre hacia la izquierda, sus ojos brillantes
Llenos no solo de miedo y velocidad
Sino en el momento, seguro, de un jubiloso poder,
Como el de mi padre, al escapar de un camión con una carga de soldados
En mil novecientos veintiuno, a los diecinueve años, jamás
Tanta alegría, dijo, acorralado en el angosto camino
Entre los setos altos, en el atardecer del verano.
La liebre
Como él, nunca debió haber sido perseguida,
Pero, astuta, se escapa; otro día
engañará a los estúpidos perros regresando
Sobre su mismo olor, colina abajo, y elegirá su momento
para salirse del cuadro, todo mientras
la jauría sube afanosamente.
El camión gruñía,
Y él estuvo astuto, vió una casa
Y se arriesgó a meterse por una puerta abierta. Los soldados
Encontraron seis personas en una cocina de campo, una de ellas
Secándose la cara, confundida, la toalla
Cubriendo su cara a medias. El camión se fue,
La gente lo dejó dormir ahí, y al despertar salió
A un dichoso amanecer. ¿Tenía que entrar por esa puerta?
Si hubieran incendiado ese refugio, ¿qué bien
le habría significado toda su huída brillante
a aquellos que lo albergaron?
Y yo no debí haber
Huído. Pero volví a la ciudad
A la mañana siguiente, lavada en el agua marrón del pantano, y
Pensé en la libre, en su hora de alivio.
Me encontré con una liebre absorta, quieta,
Sentada en medio de la huella cubierta de hierba,
Cuando corría a las colinas, a la hora en que
Mi padre moría en un hospital—
De pronto vuelvo a verla, traída de regreso
por la foto premiada del diario de la mañana:
Dos galgos tropezando, absurdamente gordos,
Mientras la liebre corre hacia la izquierda, sus ojos brillantes
Llenos no solo de miedo y velocidad
Sino en el momento, seguro, de un jubiloso poder,
Como el de mi padre, al escapar de un camión con una carga de soldados
En mil novecientos veintiuno, a los diecinueve años, jamás
Tanta alegría, dijo, acorralado en el angosto camino
Entre los setos altos, en el atardecer del verano.
La liebre
Como él, nunca debió haber sido perseguida,
Pero, astuta, se escapa; otro día
engañará a los estúpidos perros regresando
Sobre su mismo olor, colina abajo, y elegirá su momento
para salirse del cuadro, todo mientras
la jauría sube afanosamente.
El camión gruñía,
Y él estuvo astuto, vió una casa
Y se arriesgó a meterse por una puerta abierta. Los soldados
Encontraron seis personas en una cocina de campo, una de ellas
Secándose la cara, confundida, la toalla
Cubriendo su cara a medias. El camión se fue,
La gente lo dejó dormir ahí, y al despertar salió
A un dichoso amanecer. ¿Tenía que entrar por esa puerta?
Si hubieran incendiado ese refugio, ¿qué bien
le habría significado toda su huída brillante
a aquellos que lo albergaron?
Y yo no debí haber
Huído. Pero volví a la ciudad
A la mañana siguiente, lavada en el agua marrón del pantano, y
Pensé en la libre, en su hora de alivio.
Eiléan Ní Chuilleanáin (Cork, Irlanda, 1942), Te Sun-fish, 2009. Gallery Press
Versión de Silvia Camerotto
On lacking the killer instinct
One hare, absorbed, sitting still, /Right in the grassy middle of the track, /I met when I fled up into the hills, that time /My father was dying in a hospital - /I see her suddenly again, borne back /By the morning paper's prize photograph: /Two greyhounds tumbling over, absurdly gross, /While the hare shoots off to the left, her bright eye /Full not only of speed and fear /But surely in the moment a glad power, //Like my father's, running from a lorry-load of soldiers /In nineteen twenty-one, nineteen years old, never /Such gladness, he said, cornering in the narrow road /Between high hedges, in summer dusk. /The hare /Like him should never have been coursed, /But, clever, she gets off; another day /She'll fool the stupid dogs, double back /On her own scent, downhill, and choose her time /To spring away out of the frame, all while /The pack is labouring up. /The lorry was growling /And he was clever, he saw a house /And risked an open kitchen door. The soldiers /Found six people in a country kitchen, one /Drying his face, dazed-looking, the towel /Half-covering his face. The lorry left, /The people let him sleep there, he came out /Into a blissful dawn. Should he have chanced that door? /If the sheltering house had been burned down, what good /Could all his bright running have done /For those that harboured him? /And I should not /Have run away, but I went back to the city /Next morning, washed in brown bog water, and /I thought about the hare, in her hour of ease.
Foto: Brian McGovern/Gallery Press/Griffin Poetry Prize
Versión de Silvia Camerotto
On lacking the killer instinct
One hare, absorbed, sitting still, /Right in the grassy middle of the track, /I met when I fled up into the hills, that time /My father was dying in a hospital - /I see her suddenly again, borne back /By the morning paper's prize photograph: /Two greyhounds tumbling over, absurdly gross, /While the hare shoots off to the left, her bright eye /Full not only of speed and fear /But surely in the moment a glad power, //Like my father's, running from a lorry-load of soldiers /In nineteen twenty-one, nineteen years old, never /Such gladness, he said, cornering in the narrow road /Between high hedges, in summer dusk. /The hare /Like him should never have been coursed, /But, clever, she gets off; another day /She'll fool the stupid dogs, double back /On her own scent, downhill, and choose her time /To spring away out of the frame, all while /The pack is labouring up. /The lorry was growling /And he was clever, he saw a house /And risked an open kitchen door. The soldiers /Found six people in a country kitchen, one /Drying his face, dazed-looking, the towel /Half-covering his face. The lorry left, /The people let him sleep there, he came out /Into a blissful dawn. Should he have chanced that door? /If the sheltering house had been burned down, what good /Could all his bright running have done /For those that harboured him? /And I should not /Have run away, but I went back to the city /Next morning, washed in brown bog water, and /I thought about the hare, in her hour of ease.
Foto: Brian McGovern/Gallery Press/Griffin Poetry Prize
Un hallazgo. Gracias.
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