Mitología privada
Me río de ella entre papas y cebollas doradas en la sartén
y una omelette de tres huevos, rodeada
de artesanías y tejidos y el elevado
bombardeo de la conversación; sin embargo, pienso ¿quién sabe,
en verdad, de la importancia y el valor que le damos
a las ruinas y los recuerdos de una vida?
y desarrollo mi íntima y privada
mitología en la que el lienzo, la arena
de la cópula al aire libre, fue abierto
pliegue a pliegue, con un ritual sereno, sobre los insectos
y la hierba. Quisiera que su pérdida
fuera sostenida y gradual: las palabras arrastradas
subiendo desde la parte trasera de la camioneta
que conducías demasiado rápido en una carretera recta, de grava,
tan lejana que la radio se perdía dentro y fuera de la estática
y la única música constante era un suspiro
profundo en el maíz, cerca de las raíces. La corriente
del viento atravesándola. Y te hacía
levantar la vista hasta el espejo retrovisor,
habrías visto tu lienzo mágico desplegarse
sobre los campos. Pero ella estaba tan cerca de vos
como podía. Era su cadera contra la tuya
camino a casa. Sé cómo es: se lo deletreas
al empleado del periódico local y comienzas
a luchar a través de las alas pálidas de la edición
matutina hacia la página correcta. Tantas cosas
desaparecen día a día. Día a día encontrarás
al menos una. Y estás en medio
de aquellos bendecidos por la fortuna, porque una mañana
el teléfono suena o descubrís
en la página dieciséis, en medio de una apretada
tipografía, que por fin alguien recuperó
el pedazo de vida que perdiste.
Sos un viajero urbano.
No llegarás lejos. Sólo sentirás
que es como cruzar un continente sin rumbo, conduciendo
por carreteras menores sin señales de tránsito a través de países
donde las estaciones de gasolina no tienen mapas
y sólo venden postales y cigarrillos
y golosinas para viaje espolvoreadas con azúcar.
Entonces, cuando la puerta al fin se abre,
avanzarás, sonriendo salvajemente, para reclamar
lo que es tuyo. No sentirás que es un milagro,
pero tus padres, a quienes creías inalcanzables
en el desconocido mundo del sepulcro, estarán allí;
y esa bota de gamuza única, que perdiste cuanto tu vieja
valija de cuero se abrió en el vientre de un avión;
y la luz de una tarde cualquiera de agosto
cuando un amante, el primero, encalló
silencioso contra el cuerpo de otro hombre.
Hasta qué punto viajaste o no para estar aquí
ya no importará. Porque estás aquí.
Y el mundo se encuentra a la vuelta de la esquina
al anochecer, porque en los mejores cuentos
el viajero se detiene en la oscuridad en el umbral
y se lleva, a brazo lleno, todo
lo que una vez se creyó perdido para siempre.
Jude Nutter, North Yorkshire, Inglaterra. Actualmente, vive en los Estados Unidos; The curator of silence, University of Notre Dame, Indiana, 2007
Versión de Silvia Camerotto
Private Mythology
Lost: large piece of green canvas,
—notice in the local newspaper,
Moose Lake, Minnesota
I smile about it over hash browns /and a three-egg omelette, surrounded /by folk art and gingham and the high /strafe of conversation; yet who really knows, /I think, the importance and the value we assign /to the dross and the mementos of a life? /and I develop my own private /mythology in which that canvas, the arena /of your outdoor lovemaking, was opened /fold by fold, with quiet ritual, over the insects /and the grasses. I want its loss /to have been prolongued and gradual: a drawn- /out lifting from the back of your pickup, /which you drove too fast on a straight, gravel road /so remote the radio faded in and out of static /and the only steady music was a sigh /deep in the corn, close to the roots. The undertow /of the wind pulling through it. And had you /glanced up into the rearview mirror /you’d have seen your magical canvas unfurling /over the fields. But she was as close to you /as she could get. It was her hip against yours //all the way home. I know how it is: you spell it out /to the clerk at the local paper and start /wrestling through the pale wings of the morning /edition to the right page. Each day /so many things go missing. Each day /at least one will be found. And you are among /those blessed with fortune because one morning /the phone will ring or you’ll discover /on page sixteen, inside a tight /basket of type, that someone has at last recovered /the scrap of life you misplaced. /You are a local traveller. /You will not drive far. It will only feel /like crossing a continent without directions, driving /minor highways devoid of road signs through countries /where the petrol stations carry no maps /and sell only postcards and cigarettes /and travel sweets dusted with sugar. //Then, when the door finally opens, /you’ll reach forward, smiling wildly, to claim /what is yours. It won’t feel like a miracle— /but your parents, who you’d thought beyond reach /in the new world of the grave, will be there; /and that one, suede boot, lost when your old, /leather case snapped open in the belly of a plane; /and the light of a certain afternoon in August /when a lover, your first, sailed /aground quietly against the body of another man. /How far you did or did not travel to be here //will matter no longer. Because here you are. /And the world will be turning the corner /into nightfall, because in all the best stories /the traveller stands in darkness at the threshold /and takes back, by the armful, everything /that was once believed lost for good.
Foto: carpeta de lana y nylon que reproduce una vista aérea del río Sacramento, realizada por Seyed Alavi en 2005 en el aeropuerto de Sacramento, California
De Nutter en este blog
Maya
Me río de ella entre papas y cebollas doradas en la sartén
y una omelette de tres huevos, rodeada
de artesanías y tejidos y el elevado
bombardeo de la conversación; sin embargo, pienso ¿quién sabe,
en verdad, de la importancia y el valor que le damos
a las ruinas y los recuerdos de una vida?
y desarrollo mi íntima y privada
mitología en la que el lienzo, la arena
de la cópula al aire libre, fue abierto
pliegue a pliegue, con un ritual sereno, sobre los insectos
y la hierba. Quisiera que su pérdida
fuera sostenida y gradual: las palabras arrastradas
subiendo desde la parte trasera de la camioneta
que conducías demasiado rápido en una carretera recta, de grava,
tan lejana que la radio se perdía dentro y fuera de la estática
y la única música constante era un suspiro
profundo en el maíz, cerca de las raíces. La corriente
del viento atravesándola. Y te hacía
levantar la vista hasta el espejo retrovisor,
habrías visto tu lienzo mágico desplegarse
sobre los campos. Pero ella estaba tan cerca de vos
como podía. Era su cadera contra la tuya
camino a casa. Sé cómo es: se lo deletreas
al empleado del periódico local y comienzas
a luchar a través de las alas pálidas de la edición
matutina hacia la página correcta. Tantas cosas
desaparecen día a día. Día a día encontrarás
al menos una. Y estás en medio
de aquellos bendecidos por la fortuna, porque una mañana
el teléfono suena o descubrís
en la página dieciséis, en medio de una apretada
tipografía, que por fin alguien recuperó
el pedazo de vida que perdiste.
Sos un viajero urbano.
No llegarás lejos. Sólo sentirás
que es como cruzar un continente sin rumbo, conduciendo
por carreteras menores sin señales de tránsito a través de países
donde las estaciones de gasolina no tienen mapas
y sólo venden postales y cigarrillos
y golosinas para viaje espolvoreadas con azúcar.
Entonces, cuando la puerta al fin se abre,
avanzarás, sonriendo salvajemente, para reclamar
lo que es tuyo. No sentirás que es un milagro,
pero tus padres, a quienes creías inalcanzables
en el desconocido mundo del sepulcro, estarán allí;
y esa bota de gamuza única, que perdiste cuanto tu vieja
valija de cuero se abrió en el vientre de un avión;
y la luz de una tarde cualquiera de agosto
cuando un amante, el primero, encalló
silencioso contra el cuerpo de otro hombre.
Hasta qué punto viajaste o no para estar aquí
ya no importará. Porque estás aquí.
Y el mundo se encuentra a la vuelta de la esquina
al anochecer, porque en los mejores cuentos
el viajero se detiene en la oscuridad en el umbral
y se lleva, a brazo lleno, todo
lo que una vez se creyó perdido para siempre.
Jude Nutter, North Yorkshire, Inglaterra. Actualmente, vive en los Estados Unidos; The curator of silence, University of Notre Dame, Indiana, 2007
Versión de Silvia Camerotto
Private Mythology
Lost: large piece of green canvas,
—notice in the local newspaper,
Moose Lake, Minnesota
I smile about it over hash browns /and a three-egg omelette, surrounded /by folk art and gingham and the high /strafe of conversation; yet who really knows, /I think, the importance and the value we assign /to the dross and the mementos of a life? /and I develop my own private /mythology in which that canvas, the arena /of your outdoor lovemaking, was opened /fold by fold, with quiet ritual, over the insects /and the grasses. I want its loss /to have been prolongued and gradual: a drawn- /out lifting from the back of your pickup, /which you drove too fast on a straight, gravel road /so remote the radio faded in and out of static /and the only steady music was a sigh /deep in the corn, close to the roots. The undertow /of the wind pulling through it. And had you /glanced up into the rearview mirror /you’d have seen your magical canvas unfurling /over the fields. But she was as close to you /as she could get. It was her hip against yours //all the way home. I know how it is: you spell it out /to the clerk at the local paper and start /wrestling through the pale wings of the morning /edition to the right page. Each day /so many things go missing. Each day /at least one will be found. And you are among /those blessed with fortune because one morning /the phone will ring or you’ll discover /on page sixteen, inside a tight /basket of type, that someone has at last recovered /the scrap of life you misplaced. /You are a local traveller. /You will not drive far. It will only feel /like crossing a continent without directions, driving /minor highways devoid of road signs through countries /where the petrol stations carry no maps /and sell only postcards and cigarettes /and travel sweets dusted with sugar. //Then, when the door finally opens, /you’ll reach forward, smiling wildly, to claim /what is yours. It won’t feel like a miracle— /but your parents, who you’d thought beyond reach /in the new world of the grave, will be there; /and that one, suede boot, lost when your old, /leather case snapped open in the belly of a plane; /and the light of a certain afternoon in August /when a lover, your first, sailed /aground quietly against the body of another man. /How far you did or did not travel to be here //will matter no longer. Because here you are. /And the world will be turning the corner /into nightfall, because in all the best stories /the traveller stands in darkness at the threshold /and takes back, by the armful, everything /that was once believed lost for good.
Foto: carpeta de lana y nylon que reproduce una vista aérea del río Sacramento, realizada por Seyed Alavi en 2005 en el aeropuerto de Sacramento, California
De Nutter en este blog
Maya
Buena poeta, hallazgo de camerotto
ResponderBorrarla conocí porque gabriela adelstein me regaló 'the curator of silence' de nutter. luego, traduje.
ResponderBorrarDos cosas: a) coincido con Anónimo. ¡Salud y gracias! b) el blog corre a velocidades infinitas, Irene
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