La mensajera
Decía que los rayos y relámpagos eran el goce y la maldad de Dios.
Por esas luces alumbraba
y con los truenos insultaba para castigar al mundo.
¿Algo como el ano de Lutero?
Pero a esa teoría de Dios la escuché de una tía.
En las noches de tormenta y rayos
nos hacía subir a los niños sobre las camas
por si se electrificaba la tierra.
Era como una mensajera de la furia de Dios.
Una vez se fue.
Nadie sabe si murió o fue un sueño de los niños.
El niño y la abuela
Cuando era niño no podía dormir en las noches de tormenta.
Temía desaparecer en los relámpagos
o quedar inmóvil en sus luces blancas como telas de fantasmas.
Era en Tafí
y su abuela prendía velas
murmurando:
"No temas,
la quietud no es la ausencia del mundo.
Es una parte".
En esas noches conoció el mundo
entre los relámpagos, la oscuridad,
el miedo
y esa abuela que machacando a Dios con sus rezos
lo salvó de la locura.
Ella,
la abuela de las velas, murió en un cine
mirando una película de miedos, gritos y relámpagos.
Manuel A. Martínez Novillo (San Miguel de Tucumán, 1950), Perseguir lobos, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2010
Foto: Artic Photo
el segundo me ha partido
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