Lo clásico
Abierto a la mañana el hombre distingue
en el canto de los pájaros la armonía,
y la atribuye a esa parcela afable
de la naturaleza que arbitrario demarca.
Así descansa del áspero desconcierto
de escucharlo todo. Y sin embargo
algo repta en él, acaso el registro
del corrosivo tiempo que puntúa,
entre uno y otro canto del ave
oculta en la espesura,
el transcurrir del bosque
que acaba en el silencio.
Nadie escucha inocente,
luminoso u oscuro el vivir.
Miguel Gaya (Ayacucho, Argentina, 1953), Lo efímero y otros poemas inestables, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2009
Foto: Gaya, 1996 Daniel Grad/AutorExus
Abierto a la mañana el hombre distingue
en el canto de los pájaros la armonía,
y la atribuye a esa parcela afable
de la naturaleza que arbitrario demarca.
Así descansa del áspero desconcierto
de escucharlo todo. Y sin embargo
algo repta en él, acaso el registro
del corrosivo tiempo que puntúa,
entre uno y otro canto del ave
oculta en la espesura,
el transcurrir del bosque
que acaba en el silencio.
Nadie escucha inocente,
luminoso u oscuro el vivir.
Miguel Gaya (Ayacucho, Argentina, 1953), Lo efímero y otros poemas inestables, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2009
Foto: Gaya, 1996 Daniel Grad/AutorExus
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