Amate viejo
No sabe ya el amate
dónde poner el peso de sus ramas.
Las alza trabajosamente al aire, a sus costados,
como si en la resignación que así figura
el cielo fuera a devolverle
la antigua enjundia con que un día
eligió plantarse en otro amate
y suplantarlo.
Hoy está viejo y alza a las alturas como ofrenda
la febril lozanía de sus hiedras, sus orquídeas
y la roja llamarada de su bugambilia.
Es un Abraham, triste y colérico,
que apenas logra levantar en brazos
al hijo que su Dios ―su vida entera―
lo obliga a ofrendar sobre una piedra.
Quiere morirse de querer la vida…
Lo miro allá a lo lejos
contra la barda derruida de la iglesia
como se mira una verdad palmaria y neutra:
ya no hay nadie que reciba esas ofrendas,
pero el destino sigue allí
como una piedra…
Francisco Segovia (México DF, 1958), Elegía, Ediciones Sin Nombre-Conaculta, México, 2007
Vía Periódico de poesía
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