Prefiere todas aquí, aunque haya pésima
acústica y apenas se escuche la respiración
rugosa del saxofón. Prefiere montarse en escena a pesar
del micrófono dañado, la mala ventilación, los tragos
sin hielo. Aquí, a tan solo quince minutos
de la eternidad, si no menos, entre yonquis
y las putas trasnochadas, entre los condenados por anfibios
o ambidiestros, por faltos de simetría, aquí, bien lejos,
de los coros celestiales, donde ya no queda espacio
para un ascenso más. Porque esta música solamente
puede subir, fue hecha con esas cosas que se derrumban
sin un crujido, sin pedir perdón. No separa la carne del día
de los huesos de la noche, no se sienta a la diestra
de nadie. Lluvia dura, viento de hojalata, cielo
inconcluso y terco, música que lleva en el costado
una herida que no sangra, luz que busca
hacerse polvo entre las manos.
Adalber Salas Hernández (Caracas, 1987), De ningún viaje se vuelve, Mantis Editores, Guadalajara, 2019
Envío de Darío Jaramillo Agudelo
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Foto: Paule Anne/La Poeteca
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