Llamémosla un prado en el que los animales
que el Arca olvidó
vienen a pastar bajo las nubes de la tarde.
O un aljibe donde la lluvia que cayó
antes de la historia gotea sobre un reborde de cemento.
Se mire como se mire,
no es lugar para poner
el caballete de tres patas del realismo
o para hacer que un lector
salte las numerosas vallas de una trama.
Dejemos que el corpulento novelista
con su ruidosa máquina de escribir
describa la ciudad donde nació Francine,
cómo Albert leía el diario en el tren,
cómo el viento agitaba las cortinas en el dormitorio.
Dejemos a la dramaturga con su viejo cárdigan
y un perro acurrucado sobre la alfombra
desplazar los personajes
de los bastidores al escenario
para hacer frente a la oscuridad llena de ojos de la sala.
La poesía no es lugar para eso.
Ya tenemos bastante
con quejarnos por el precio del tabaco,
pasar el cucharón chorreante
y entonar canciones para un pájaro en una caja.
Nosotros estamos muy ocupados haciendo nada—
y para eso nos basta una tarde,
un bote de remos bajo un cielo azul,
y quizá un hombre pescando en un puente de piedra,
o, mejor todavía, nadie en el puente.
Billy Collins (Nueva York, Estados Unidos, 1941), Aimless Love: New and Selected Poems, Random House, Nueva York, 2013
Versión de Jonio González
Otra Iglesia Es Imposible - Poetry Foundation - Best Poems Encyclopedia - The Paris Review - Famous Poets and Poems - Radio Heartland/YouTube - Literal Magazine - De Sibilas y Pitias - Proyecto Billy Collins - Altazor - Viceversa - Anestesia - Círculo de Poesía
POETRY
Call it a field where the animals
who were forgotten by the Ark
come to graze under the evening clouds.
Or a cistern where the rain that fell
before history trickles over a concrete lip.
However you see it,
this is no place to set up
the three-legged easel of realism
or make a reader climb
over the many fences of a plot.
Let the portly novelist
with his noisy typewriter
describe the city where Francine was born,
how Albert read the paper on the train,
how curtains were blowing in the bedroom.
Let the playwright with her torn cardigan
and a dog curled on the rug
move the characters
from the wings to the stage
to face the many-eyed darkness of the house.
Poetry is no place for that.
We have enough to do
complaining about the price of tobacco,
passing the dripping ladle,
and singing songs to a bird in a cage.
We are busy doing nothing—
and all we need for that is an afternoon,
a rowboat under a blue sky,
and maybe a man fishing from a stone bridge,
or, better still, nobody on that bridge at all.
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Foto: Literal Magazine
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