Renuncié al Río de la Plata, exilio, retorno,
ya ningún tazón de bayas o de semillas
me ilusiona, lejos se oye el runrun
de un avión que va al sur.
Apegado al ser humano, sus ciudades y ríos,
acá veo a una mujer saboreando vino
y disfruto como si lo bebiera
yo mismo.
Al instante evoco las ondas del Sena, los labios
del Xolotlán, los límites del río Masacre,
los cantos del Moscova, y en caída
libre desde lo alto
del Washington Bridge aleteo desafiando a la
razón, sin temer al desvío ni a tu lectura,
o al vacío que rompe bordes, sean
profanos o sumisos.
A veces la lluvia me rehúsa su caricia y la luz
me cubre de hielo transparente, pero igual
me doy baños de tierra en Trinity Church Cemetery,
busco bichos y restos de frutas en las aceras
y patios de las escuelas de Hamilton
Heights, hasta que la alegría
temple mi último gorjeo.
¡Ah, Riverside Drive!, no solo eres un lado
de la corriente natural para llegar
al deseo, sos además
el sitio, cavidad
y arbusto para cobijar lo que queda de mí,
poner el pico bajo el ala y soñar
que aquí enlazo siluetas
del país que tuve.
Sí, soy un viejo gorrión que gusta del aire
viciado e imita silencios. En el Hudson
un soplo me eriza el plumaje
gris y el pecho prieto,
confiado confundo al río con el cielo, a una
anguila de cristal con una estrella fugaz
que sigo hasta el fondo,
seducido por la luna.
Alberto Pipino (Buenos Aires, 1942), Riverside Drive, etcétera, inédito
Alpialdelapalabra - Poesía y Política - Centro Cultural Barco de Papel - Cine y Literatura - Fin de Siglo
Foto: Alberto Pipino, Librería y Centro Cultural Barco de Papel, Nueva York, 2016
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