qué cielo de julio
qué línea de horizonte
gaviotas, alondras avizoras en los tejados
crustáceos y moluscos frescos en el muelle
un ahogado lugareño con su coro de maldicientes
que lo conduce al camposanto
un devoto busca adeptos a su iglesia
del conflicto permanente
el albariño
y la frescura rigurosa del Atlántico
barren la estrechez de corazones
aprisionados en las adormideras de la siesta
orgullosos, los hórreos
conservan no solo cereales
sino también enconos
de mucha cruz y poco olvido
*
desde el faro
por estas aguas llegaron mentas
de gesta y hazañas del Almirante
una réplica de su carabela
bien oscura
atestigua
solo a medias
que la vida no solo es pesadumbre
esta jornada
*
a la misma hora incierta del anochecer
las colinas, las Cies todas
se vuelven azulencas
un humo gris tenue
las corteja
desde el monte de enfrente
respetuosos
nosotros
despedimos
el aletear de la vida
este verano
Magenta
los lagos de Madison son vernáculos
uno apellida Monona
el otro Mendota
y navegan con el sol:
en Monona amanece,
en Mendota oscurece
Aquí, yo que perdí -si es que alguna vez la tuve-
la ciencia infusa de saber
quien es quién
en las horas de la vida
Aquí, yo sin saber
qué color ni qué cara tiene
la palabra magenta
tampoco si reivindica
familiaridad alguna con Maguncia
que más bien suena
a nombre de batalla
quien dice batalla
dice huérfanos
y muertos sin sepultura
debe ser por eso
que hoy amanezco más inerme
que de costumbre
y eso sí, tan triste
que no puedo más.
Eternidad + un día
Quien quiera saber de la eternidad
que vaya a las ruinas de Pompeya
o a las cataratas del Iguazú
mejor aún
que vaya a las dos
y sepa que de allí
con las manos vacías
lo que se dice volver
nadie vuelve
Luisa Futoransky (Buenos Aires, 1939)
Leviatán,
Buenos Aires, 2021
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