Mirlo
Se sentó un mirlo en la antena de tv,
cantaba una dulce canción de jazz.
¿A quién dices adiós? ¿Qué lloras?
A los que ya no están, contestó el mirlo,
me despido del día (de sus ojos y párpados),
lloro a una chica que ha vivido en Tracia,
no la pudiste conocer.
Me apena el mimbre que mata la escarcha,
lloro porque todo perece y cambia
y regresa, pero nunca es igual,
En mi pequeña garganta apenas caben
tristeza y desconsuelo, alegría y orgullo,
por esta radical metamorfosis.
Veo avanzar la comitiva fúnebre,
allí, igual cada día, al filo del horizonte.
Van todos, los observo y me despido.
Veo sables, sombreros, pañuelos, pies descalzos,
cañones, sangre y tinta. Avanzan lentos,
desaparecen en la niebla de la orilla, por la derecha.
De ellos, de ti y de la luz me despido,
y saludo a la noche, porque a la noche sirvo,
a las negras sedas, a las negras fuerzas.
Robespierre ante el espejo
Tengo los labios finos, la nariz afilada.
Mi cara encierra algo de asceta.
Mi mirada puede ser dura
e inflexible.
Sin duda me describirán así
los que historien la gran revolución:
"Despiadado, inflexible, ambicioso."
Ni siquiera yo mismo puedo saber quién soy,
pero ahora, al amanecer, en junio,
en el pueblo, ante el espejo rosado
por la salida del sol,
advierto una sonrisa en mi cara
y una benevolencia
que suele acompañar a la ternura
y a la debilidad.
En la mejilla izquierda llevo una nube negra.
Adam Zagajewski (Lvov, actual Ucrania, 1945-Cracovia, Polonia, 2021), Tierra del fuego, Acantilado, Madrid, 2017
Traducción de Xavier Farrè
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Foto: EFE/Tu Otro Diario
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