Nunca olvides el rostro de un niño, confundido
cuando toca primero una manzana, luego una pera,
luego un plátano, su mirada perpleja
se torna malhumorada al tiempo que zozobra
su animada confianza en las apariencias que atesoran
los adultos. Los objetos que su paladar incipiente codicia
están en exhibición, y se sacuden con regularidad.
Trata de explicar por qué la gente deleita sus ojos
con ese centro de mesa, por qué admiran
un durazno de cuarzo, cuya piel sonrojada
es la prueba de un pigmento, la piedra que no lleva dentro
una semilla que dé vida a un árbol. Ahora la mesa
está más alta que su cabeza; pero míralo crecer,
crecer sin quedar confundido por las baratijas
frías y duras que aprecian los adultos.
No olvides su rostro, hecho antes que nada para conocer.
Robert B. Shaw (Filadelfia, Estados Unidos, 1947), Líneas conectadas. Nueva poesía de los Estados Unidos, Sarabande, Louisville, 2006
Traducción de Agustina Rodríguez
Envío de Jonio González
Foto: Robert B. Shaw Poetry Foundation
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