Domingo en el Parque
II (cont.)
Un estado crítico en cuestiones financieras en particular se presentó. Los Estados se inclinaban por sacarse de encima la deuda contraída durante la reciente guerra—cada estado prefería hacerse cargo de sus propias obligaciones por separado. Hamilton comprendió que si esto ocurriera el efecto sería fatal para la futura credibilidad. Con energía e ingenio se mostró a favor de la “Asunción”, asunción del gobierno federal de la deuda nacional, y el otorgamiento de poder tributario sin el cual no podría obtener los fondos necesarios para este propósito. Se desató una tormenta en la que encontró la oposición de Madison y Jefferson.
Pero cuando llegué aquí pronto descubrí que era
solo una ranita en un poderoso y enorme charco. Así que
me puse a trabajar de nuevo. Creo
que nací con un don para ese tipo de cosas.
Prosperé y me vanagloriaba por ello. Y entonces creía
que era feliz. Y era feliz — tan feliz
como el dinero podía hacerme.
¿Pero me hizo BUENO?
Hizo una pausa para reírse, con ganas, y
sus débiles asistentes lo siguieron,
esforzándose—sonriendo a
las rocas con sonrisas irónicas .
¡NO! gritó, arrodillándose
e incorporándose violentamente
por la fuerza de su énfasis—como
Beethoven logrando un crescendo de una
Orquesta—¡NO!
No me hizo bueno. (Sus puños apretados
se levantaban por encima de sus cejas.) Seguí haciendo
dinero, más y más, pero no me hizo
bueno.
¡América, la dorada!
con estafa y dinero
maldito
como Altgeld enfermo
y fundido
te amamos tierra
amarga
Como Altgeld
arrinconados
viendo pasar a los
dolientes
inclinamos la cabeza
ante ellos
y nos quitamos
el sombrero
Y así
un día oí una voz . . . una voz—tal
como esta con la que hoy les hablo. . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . Y la voz dijo,
Klaus, ¿qué pasa contigo? No eres
Feliz. ¡Soy feliz!, le grité,
tengo todo lo que deseo. No, me dijo.
Klaus, eso es mentira. No eres feliz.
Y tuve que admitir que era cierto. No era
feliz. Eso me molestaba mucho. Pero era testa
rudo y cuando volví a pensarlo me dije
a mí mismo, Klaus, te estás poniendo viejo
para permitir que cosas así te preocupen.
. . . . . . entonces un día
nuestro Señor bendito vino a mí y puso Su mano
en mi hombro y dijo, Klaus, viejo estúpido,
has estado trabajando demasiado. Te ves
cansado y preocupado. Déjame ayudarte.
Estoy preocupado, respondí, pero no sé qué
hacer. Tengo todo lo que el dinero puede
comprar, pero no soy feliz, esa es la verdad.
Y el Señor me dijo, Klaus, entrega tu
dinero. Nunca serás feliz hasta que lo hagas.
William Carlos Williams (Rutherford, 1883-1963), Paterson, New Directions, New York, 1963
Versión de Silvia Camerotto
Book Two
Sunday in the Park II
Especially in the matter of finances a critical stage presented itself. The States were inclines to shrug off the debt incurred during the recent war—each state preferring to undertake its own private obligations separately. Hamilton saw that if this were allowed to ensue the effect would be fatal, to future credit. He came out with vigor and cunning for “Assumption”, assumption by the Federal Government of the national debt, and the granting to it of powers of taxation without which it could not raise the funds necessary for this purpose. A storm followed in which he found himself opposed by Madison and Jefferson. //But when I got here I soon found out that I /was a pretty small frog in a mighty big pool. So /I went to work all over again. I suppose /I was born with a gift for that sort of thing. /I throve and I gloried in it. And I thought then /that I was happy. And I was — as happy /as money could make me. //But did it make me GOOD? /He stopped to laugh, healthily, and /his wan assistants followed him, /forcing it out—grinning against /the rocks with wry smiles . //NO! he shouted, bending /at the knees and straightening himself up /violently with the force of his emphasis—like /Beethoven getting a crescendo out of an /orchestra—NO! //It did not make me good. (His clenched fists /were raised above his brows.) I kept on making /money, more and more of it, but it didn’t make /me good. //America that golden! /with trick and money /damned /like Altgeld sick /and molden /we love thee bitter /land //Like Altgeld on the /corner /seeing the mourners /pass /we bow our heads /before thee /and take our hats /in hand // And so /one day I heard a voice . . . a voice—just / as I am talking to you here today. . . /. . . . . . . . . . /. . . . . . And the voice said, /Klaus, what’s the matter with you? You’re not /happy. I am happy! I shouted back, /I’ve got everything I want. No, it said. /Klaus, that’s a lie. You’re not happy. /And I admit it was the truth. I wasn’t /happy. That bothered me a lot. But I was pig- /headed and when I thought it over I said /to myself, Klaus, you must be getting old /to let things like that worry you. //. . . . . . then one day /our blessed Lord came to me and put His hand /on my shoulder and said, Klaus, you old fool, /you’ve been working too hard. You look /tired and worried. Let me help you. /I am worried, I replied, but I don’t know what to /do about it. I got everything that money can /buy but I’m not happy, that’s the truth. //And the Lord said to me, Klaus, get rid of your /money. You’ll never be happy until you do that.
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