INSTANTÁNEA 40
(Estación República – Estación La Moneda)
Ubicación:
Alameda de las Delicias.
Altura:
Metro Estación República
Salida:
norte.
Participantes:
pasajeros que emergen por la desembocadura.
Frente a los ojos de los antes pasajeros ahora transeúntes
(tan desconocidos y tan habitantes de la pública calle)
y sin previo aviso
aparece y camina un suelto de cuerpo envuelto en carne y hueso
aunque esto no lo veamos de inmediato.
¿Qué se ve?:
dos pies que calzan dos sandalias ajadas
una espalda que viste un largo impermeable marrón
una cabeza con capucha.
¿Qué más?:
una bandera chilena larga/ mugrienta/ raída/ vieja
que cuelga sobre el impermeable marrón
y flamea cual poncho malnutrido
no desde un asta blanca/ alta/ terminada en flecha
sino desde un cuello arrugado/ sucio/ sumiso
que empalma y cae por un cuerpo ahíto de vida aciaga.
¿Quién es?:
Es un ready-made/ un hombre envuelto en jirones
y roza con los dedos maltrechos de su mano
un piececito de niño grande
azulado de fríos y andares vacíos
en sandalias ajadas
guarecido.
Desde su rostro encapuchado
se ve
asoma
un tímido bigote tieso
dos ojos
una barba hirsuta.
Sus manos están sucias y
cuando no se rascan
extienden su larga palma como pidiendo algo.
¿Mendigo?:
sí Sras. y Sres.
un mendigo.
¿Dónde?
donde comenzó el poema:
a la altura del Metro Estación República de Chile
en medio de la Alameda de las Delicias
hoy Ave. Libertador Bernardo O’Higgins.
El mendigo pasea su cuerpo con intención denotativa.
Va y viene como cualquier otro hombre sándwich
que ejerce la profesión de publicista andante.
¿Qué publicita este hombre?:
la bandera del país de flancos abiertos y expuestos
y cuerpos engañosos encerrados en vitrinas.
Camina.
Menea su poncho tricolor.
Por delante
exhibe un pechito es mío vestido de patria blanca y roja
y luego y por detrás
cubre su espalda con azul y rojo y estrella blanca
y guarro entero
limosnea
con silencio y meollo algo
una alguna sustancia interior/ no
no una efímera de huesos
hoy
que no mañana
que la roña es muy suya e incrustada quizás cuándo
en esa piel que antes fue nacida recién y ahora así la piensa
porque nada hay que destruya el lleno de sus sueños engastados.
Un momento.
A esta imagen se le superpone otra por un instante.
¿Cuál?:
la de un Hombre-carretón que camina
piltrafas apiladas
por la misma y ya refaccionada acera norte
de este, el Metro Estación República.
Pasa
y al pasar
oculta la figura del mendigo que antes mirábamos.
El Hombre-carretón
un monstruo mitad humano y mitad objeto
acopia prensa y botellas en desuso momentáneo.
Basura
pienso
de esa con la cual nos rebalsa la República.
El Hombre-carretón no recicla
no es un Verde
no le importa comer pan blanco y mucho dulce.
El Hombre-carretón vende para vivir.
Por un momento
echamos al olvido al hombre tricolor
que aún y todavía y hasta siempre
camina con la parsimonia suya
por este encuadre del ojo en Metro Estación República.
Con esa marca cainesca que entrega lo andado
continúa su deambulo en busca de …
en pleno mes patrio y festejado septiembre.
P.D.
Ya acabaron las celebraciones bi-centenarias.
La bandera que izó la patria esa jornada
en el mero medio de la nueva Plaza de la Ciudadanía
es el símbolo más puro Chile azulado del festejo.
¿Dónde se cortó la tela y cosió la estrella?:
en ese norte dizque tan lleno de inmigrantes.
Sus días de materia están contados.
Eso lo sabe todo vivo y todo muerto.
Indiferente a este dato de la realidad
ondea/ baila con pañuelo heroico y recién planchado
con farsa mucha envuelta en vanidad y zapateo
frente/ justo frente al Palacio reconstruido de la Moneda.
Son doscientos los metros de esta tela tricolor
y festonea
sin pudicia
su turgente gloria patria
frente a ojos transeúntes y turistas de la periferia.
La Estación Metro La Moneda
dista sólo dos estaciones de la Metro República.
El mendigo camina con su realidad a cuestas
y no se detiene.
Su cuerpo vestido de patria
estrenará su orgullo maltraído en pocos minutos.
Ahí viene.
Entra con su jirón y su carga.
Llega con su aliento a la bocatoma de Estación Moneda.
Todos ven.
Nadie aplaude.
Todos miran y bajan los ojos.
La figura del Hombre-mendigo-bandera
también monstruo mitad humano mitad objeto
detiene su caminata frente al pabellón patrio.
Levanta sus ojos y se desubica.
La bandera que ondea en el asta
frente a su cuerpo y el de todos
es limpia grandiosa y lozana.
Es una instalación para mire y no toque.
No tiene dueño con nombre.
Excepto
quizás
ese sentimiento infiltrado cuándo
no sé
nadie sabe
de que somos algo fuera de serie
y sin parangón.
Soy una observadora imparcial.
No miento.
sept. 2010 – mayo 2013
Verónica Zondek (Santiago de Chile, 1953), del libro en proceso Instantáneas
Ilustración: En el bulevar, 1911, Kazimir Malevich
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