18-
La soledad absoluta.
I mi alma que bracea en derredor como un molino, sin encontrar más que viento en sus brazos abiertos.
El hombre que responde con suficiencia irónica a mi grito y a mi alegría.
I a veces la duda de que todo lo que agito en mi cabeza cargada de inquietudes no es sino locura. I mi sentimiento de soledad manía de persecución.
La Porteña
Enero 1922
19-
Todo se ha agrandado en la soledad.
El crepúsculo hermana al mundo con los astros.
El cielo se ha dormido.
I un hombre que canta, desliza su alma por la falda de las montañas hacia la quietud inamovible.
Pequeña antena de carne alucinada de imposible, espero en la tensión de todos mis anhelos que algo grande como un Dios me eleve a la armonía universal.
Puerto Pollensa
Septiembre 1922
20-
El día inicia, en su explosión de luz nucleada por el sol, el eterno período de claridad que se salva de dos noches.
Soy centro de una tromba vital en elevación.
I abro las manos para que en ellas pase, vibre, resbale, todo lo que no puede ser finito.
La Porteña
1922
22-
Tengo miedo de mirar mi dolor, no vaya a ser que me quede demasiado grande.
Prefiero calzar mi deber como una valentía de espuelas e hincando mi pereza, que quisiera morir cobardemente, andar con frente firme ante la pampa yerma del dolor de los otros.
Sólo así quiero merecer.
La Porteña
Septiembre 1924
Ricardo Güiraldes (Buenos Aires, 1886-París, 1927), Poemas solitarios, 1921-1927, copias mecanografiadas por copista anónimo probablemente de la edición de 1970 de la Editorial Ricardo Güiraldes
Ilustración: Sin título, 1946, Tomás Maldonado
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