El desierto
Quizá esté en el momento en que vivir es
errar en completa soledad al fondo de un
momento ilimitado, en que la luz
no cambia y todos los residuos se parecen
Samuel Beckett
En Sbá la muerte tiene un tono
que rueda al vacío desde arpegios convulsos,
un tono callado como el viento que modifica el
paisaje.
Sólo la muerte, sin embargo,
cambia algo. Ya no hay paisaje, no hay
punto de vista desde donde ejecutar la música.
Hasta tanto, sólo el viento:
feroz simún o la calma brisa de ciertas horas
y el sol de plomo sobre el ereg desierto.
Cambia el paisaje:
aquí y allá crecen y se derrumban dunas estriadas
como el fantasmal vaivén de un mar en cámara lenta.
A veces, una caravana atraviesa la aridez
dejando leves huellas que se borran a su paso.
Los hombres se detienen, hacen fuego,
elevan las plegarias a sus dioses.
Al cabo, demasiado rápido, retorna el silencio.
El viento no corroe:
sólo mueve de aquí para allá las arenas gualdas,
como nieve de oro sibilante.
Hasta que el momento llega.
Sólo sabemos que por fin la música ha cesado.
Ignoramos si es apenas un compás vacío
detrás del cual se abre
simplemente
un nuevo paisaje inmóvil.
Enrique Zattara (Venado Tuerto, Santa Fe, Argentina, 1954), Anatomía de la melancolía, La Luna Producciones, Torrox, Málaga, España, 2009
Foto: Enrique Zattara, página personal
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