Las muchachas en el crepúsculo descienden al agua,
cuando el mar se desvanece, vasto. En el bosque
cada hoja se estremece mientras emergen cautas
sobre la arena y se sientan en la orilla. La espuma
hace su juego inquieto a lo largo del agua remota.
Las muchachas tienen miedo de las algas enterradas
bajo las ondas, que aferran las piernas y la espalda:
todo lo que esté desnudo, del cuerpo. Suben rápidas a la orilla
y se llaman por el nombre, mirando alrededor.
También las sombras en el fondo del mar, en la oscuridad
son enormes y se las ve moverse inciertas,
como atraídas por los cuerpos que pasan. El bosque
es un refugio tranquilo en el sol poniente,
más que la arena, pero les place a las oscuras muchachas
estar sentadas al aire libre, sobre sus sábanas recogidas.
Están todas acurrucadas, apretando la sábana
entre las piernas, y contemplan el mar sereno
como un prado en el crepúsculo. ¿Se atrevería alguna
ahora a tenderse desnuda en un prado? Desde el mar
saltarían las algas, que rozan los pies,
y agarran y envuelven el cuerpo tembloroso.
Hay ojos en el mar, que se entrevén a veces.
Aquella desconocida extranjera que nadaba de noche,
sola y desnuda en la oscuridad cuando cambia la luna,
desapareció una noche, y no regresa nunca.
Era grande y debió ser blanca, resplandeciente,
para que los ojos, desde el fondo del mar, la alcanzaran.
Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908- Turín, Italia, 1950), Trabajar Cansa. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, Griselda García Editora, Ediciones del Dock, Cartografías, Buenos Aires, 2018
Versión de Jorge Aulicino
Otra Iglesia Es Imposible - Fondazione Cesare Pavese - Grisielda García Editoria - Ediciones del Dock - Editorial Cartografías - Op.Cit. - Dardanelos - De Sibilas y Pitias - Eterna Cadencia - Nosotros - Indie Hoy
Ilustración: Max Ramezzana/Corriere della Sera, 18 de marzo de 2019
Donne appasionate
Le ragazze al crepuscolo scendeno in acqua,
quando il mare svanisce, disteso. Nel bosco
ogni foglia trasale, mentre emergono caute
sulla sabbia e si siedano a riva. La schiuma
fa i suoi giochi inquieti, lungo l'acqua remota.
Le ragazze han paura delle alghe sepolte
sotto le onde, che afferrano le gambe e le spalle:
quant'è nudo, del corpo. Rimontano rapide a riva
e si chiamano a nome, guardandosi in torno.
Anche le ombre sul fondo del mare, nel buio,
sono enormi e si vedono muovere incerte,
come attratte dai corpo che passano. Il bosco
è un refugio tranquilo, nel sole calante,
più che il greto, ma piace alle scure ragazze
star sedute all'aperto, nel lenzuolo raccolto.
Stano tutte accosciate, serrando il lenzuolo
alle gambe, e contemplano il mare disteso
como un prato al crepuscolo. Oserebbe qualcuna
ora stendersi nuda in un prato? Dal mare
balzerebbero le alghe, che sfiorano i piedi,
e ghermire e ravvolgere il corpo tremante.
Ci sono occhi nel mare, che traspaiano a volte.
Quell'ignota straniera, che nuotava di notte
sola e nuda, nel buio quando muta la luna,
è scomparsa una notte e non torna mai più.
Era grande e doveva esser bianca abbagliante
perché glio occhi, dal fondo del mare, giungessero a lei.
Poesie, Mondadori, 1969
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