lunes, diciembre 28, 2020

Cesare Pavese / Manía de soledad



Como un poco de cena sentado en la clara ventana.
En la habitación ya está oscuro y se ve el cielo.
Afuera, los caminos tranquilos conducen,
después de un trecho, al campo abierto.
Como y miro el cielo -quién sabe cuántas mujeres
están comiendo a esta hora-, mi cuerpo está tranquilo;
el trabajo aturde mi cuerpo y a cada mujer.

Afuera, después de la cena, vendrán las estrellas a tocar,
sobre la ancha llanura, la tierra. Las estrellas están vivas,
pero no valen estas cerezas que como solo.
Veo el cielo, pero sé que entre los techos herrumbrosos
ya brilla alguna luz y que, abajo, hay un susurro.
Un gran sorbo y mi cuerpo saborea la vida
de las plantas y de los ríos, y se siente unido a todo.
Basta un poco de silencio y cada cosa se detiene
en su lugar real, así como está detenido mi cuerpo.

Cada cosa está aislada delante de mis sentidos
que la aceptan sin turbarse: un roce de silencio.
Cada cosa en la oscuridad la puedo saber
como sé que mi sangre corre en las venas.
La llanura es un gran fluir de agua entre la hierba,
una cena de todas las cosas. Cada planta y cada piedra
vive inmóvil. Escucho a mis alimentos nutrir las venas
de cada cosa que vive sobre esta llanura.

No importa la noche. El cuadrado del cielo
me susurra todos los rumores, y una estrella menuda
se debate en el vacío, alejada del alimento,
de las casas, distinta. No se basta a sí misma
y necesita demasiadas compañeras. Aquí en lo oscuro, solo,
mi cuerpo está tranquilo y se siente patrón.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950), "Lavorare stanca" (1936, 1943), Trabajar cansa. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, Griselda García Editora, Del Dock, Cartografías, Buenos Aires, 2018
Versión de Jorge Aulicino

Imagen: Letteratura Tattile s/d

Otra Iglesia Es Imposible - Fondazione Cesare Pavese - Grisielda García Editoria - Ediciones del Dock - Editorial Cartografías - Op.Cit. - Dardanelos - De Sibilas y Pitias - Eterna Cadencia - Nosotros - Indie Hoy

Mania di solitudine
Mangio un poco di cena seduto alla chiara finestra. / Nella stanza è già buio e si guarda il cielo. / A uscir fuori, le vie tranquille conducono / dopo un poco, in aperta campagna. / Mangio e guardo nel cielo - chi sa quante donne / stan mangiando a quest'ora - il mio corpo è tranquillo;/ il lavoro stordisce il mio corpo e ogni donna. // Fuori, dopo la cena, verranno le stelle a toccare / sulla larga pianura la terra. Le stelle son vive,/ ma non valgono queste ciliege, che mangio da solo./ Vedo il cielo, ma so che fra i tetti di ruggine / qualche lume già brilla e che, sotto, si fanno rumori./ Un gran sorso e il mio corpo assapora la vita / delle piante e dei fiumi e si sente staccato da tutto. / Basta un po' di silenzio e ogni cosa si ferma / nel suo luogo reale, così com'è fermo il mio corpo. // Ogni cosa è isolata davanti ai miei sensi,/ che l'accettano senza scomporsi: un brusío di silenzio. / Ogni cosa, nel buio, la posso sapere / come so che il mio sangue trascorre le vene. / La pianura è un gran scorrere d'acque tra l'erbe, / una cena di tutte le cose. Ogni pianta e ogni sasso / vive immobile. Ascolto i miei cibi nutrirmi le vene / di ogni cosa che vive su questa pianura. // Non importa la notte. Il quadrato di cielo / mi susurra di tutti i fragori, e una stella minuta / si dibatte nel vuoto, lontano dai cibi, / dalle case, diversa. Non basta a se stessa, / e ha bisogno di troppe compagne. Qui al buio, da solo, / il mio corpo è tranquillo e si sente padrone. --- 
Poesie, Mondadori, 1969

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