Parábola de una pelota de tenis
curva plana, abierta y un punto fijo llamado foco.
Ahora bien, partiendo de Física y atravesando la noche,
surge con el primer resplandor, el mundo real
disponible a la parábola de una pelota de tenis
arrojada por mi mano.
Debajo de la línea,
la carrera atolondrada de Timmy hasta el punto extremo
suma otro instante al arcón de la dicha.
Arriba truenan los pensamientos, los bárbaros despertadores,
los que martillan a futuro y estremecen tu voz en el auricular,
los mismos,
los enmascarados en la ventaja de las sombras
de un escenario presuntamente apacible.
Náufrago en mi casa
no digo que me hundo en un sentido calamitoso.
Sólo que flotamos.
Ella flota en la cama
alrededor de migas, una media extraviada,
y remotas esperanzas,
resaca de la tormenta de las cuatro paredes.
Y a tientas llego a la cocina,
caliento el agua
y quizás concluya que fue lo mejor de mi día:
entre un mate y otro, pregunto sobre el futuro.
El mayordomo, sospechado. El caso
me desvela a las cuatro de la madrugada.
Cauto para no cegar el sueño de los objetos
y el de ella, descubro en la penumbra,
el parpadeo de una caja de metal y más allá,
el punto del teléfono inalámbrico,
un haz de luz de leve amarillo.
Pedro Donangelo (Buenos Aires, 1949), en El poeta ocasional
Ilustración: Borg and linesman, Wimbledon 1976, Rosemary Taylor
curva plana, abierta y un punto fijo llamado foco.
Ahora bien, partiendo de Física y atravesando la noche,
surge con el primer resplandor, el mundo real
disponible a la parábola de una pelota de tenis
arrojada por mi mano.
Debajo de la línea,
la carrera atolondrada de Timmy hasta el punto extremo
suma otro instante al arcón de la dicha.
Arriba truenan los pensamientos, los bárbaros despertadores,
los que martillan a futuro y estremecen tu voz en el auricular,
los mismos,
los enmascarados en la ventaja de las sombras
de un escenario presuntamente apacible.
Náufrago en mi casa
no digo que me hundo en un sentido calamitoso.
Sólo que flotamos.
Ella flota en la cama
alrededor de migas, una media extraviada,
y remotas esperanzas,
resaca de la tormenta de las cuatro paredes.
Y a tientas llego a la cocina,
caliento el agua
y quizás concluya que fue lo mejor de mi día:
entre un mate y otro, pregunto sobre el futuro.
El mayordomo, sospechado. El caso
me desvela a las cuatro de la madrugada.
Cauto para no cegar el sueño de los objetos
y el de ella, descubro en la penumbra,
el parpadeo de una caja de metal y más allá,
el punto del teléfono inalámbrico,
un haz de luz de leve amarillo.
Pedro Donangelo (Buenos Aires, 1949), en El poeta ocasional
Ilustración: Borg and linesman, Wimbledon 1976, Rosemary Taylor
Muy lindo, che. Aurita mismo estoy leyendo a Zelarayan y Urondo...un placer
ResponderBorrarqué bueno, Jorge. Roxana
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