El Pascal que hay en ti
No se deja estar
en una hamaca, meciéndose
en ese supremo abandono que es
suprema atención, invocación
al vértigo,
y meciéndose
con la noticia de que Jesús
permancerá en la agonía
hasta el fin del mundo,
y que entretanto
es menester que nadie pegue los ojos.
Él prefiere
-ya que su vigilia dispondrá
de todo el tiempo existente-
que la espera, plazo señalado,
no redunde sólo en escalofríos
y resignación, pasiva
calificación de la vida, subirse y bajarse
por incertidumbres y plegarias,
sino actividad de minucias
elevadas a cúspides, desplazarse
por cuartos y patios, por la repetición,
rutina, concentrada y calmante,
de barrer, regar, cocinar,
musitar con el arrastre de sus pasos
el propio nombre;
y prefiere, como proyecto,
reclamar lo que nunca consiguió,
que lo consideren
el loco de la familia, el extravagante
obsesionado por las puertas
(espacio que atraviesan
los muertos de la casa,
acceso de los justos),
desparramando, sagaz,
sus chocantes conclusiones:
las puertas
no tienen que ser tocadas, sólo
son tales mientras permanecen cerradas,
si no no se las advertirá como puertas,
no habrá puertas, se revelará el abismo
aguardando del otro lado del umbral.
Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "Quien habla no está muerto", 1975, Obra poética, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980
Ilustración: San Jerónimo en su estudio, c. 1460, Antonello da Messina
No se deja estar
en una hamaca, meciéndose
en ese supremo abandono que es
suprema atención, invocación
al vértigo,
y meciéndose
con la noticia de que Jesús
permancerá en la agonía
hasta el fin del mundo,
y que entretanto
es menester que nadie pegue los ojos.
Él prefiere
-ya que su vigilia dispondrá
de todo el tiempo existente-
que la espera, plazo señalado,
no redunde sólo en escalofríos
y resignación, pasiva
calificación de la vida, subirse y bajarse
por incertidumbres y plegarias,
sino actividad de minucias
elevadas a cúspides, desplazarse
por cuartos y patios, por la repetición,
rutina, concentrada y calmante,
de barrer, regar, cocinar,
musitar con el arrastre de sus pasos
el propio nombre;
y prefiere, como proyecto,
reclamar lo que nunca consiguió,
que lo consideren
el loco de la familia, el extravagante
obsesionado por las puertas
(espacio que atraviesan
los muertos de la casa,
acceso de los justos),
desparramando, sagaz,
sus chocantes conclusiones:
las puertas
no tienen que ser tocadas, sólo
son tales mientras permanecen cerradas,
si no no se las advertirá como puertas,
no habrá puertas, se revelará el abismo
aguardando del otro lado del umbral.
Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), "Quien habla no está muerto", 1975, Obra poética, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980
Ilustración: San Jerónimo en su estudio, c. 1460, Antonello da Messina
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