-Este poeta -dijo el lector de magazines literarios- está seriamente enojado porque un crítico ha censurado dos de sus versos.
-Siente, no sé si legítimamente, que ese crítico ha manoseado su mundo privado -repuso Garbeld. -El crítico sólo le ha indicado dos versos malogrados -apuntó el lector de magazines literarios.-Eso es suficiente, pues hay una arraigada convicción en los poetas, al menos en muchos, de que todo cuanto escriben refiere a un mundo instransferible casi. Por ende, sagrado. En modo alguno pueden ver sus obras como mejores o peores. Ignoran el avance de las manufacturas. No conciben el poema o cualquier otro artefacto artístico como un producto, que a los fines prácticos puede resultar mejor o peor. La era artesanal les pasó por el costado. La pericia no es para ellos blasón.
Gustav Who, Disgustos de Garbeld, El Cairo, 1957
El poeta ese era un obseso... lo mejor que le puede pasar a un poema es el toque del azar, que se publique con una palabrita equivocada y que le cambié el sentido... porque nada del contenido es tan importante como la forma, llámese música o como se la quiera llamar... Por ende el poema no es estrictamente "producto" y menos "sagrado", pero si "artesanía", que suena más desprolijo, tiene hilachas, es incompleto. El poema no puede ser producto porque se está haciendo todo el tiempo... nunca se termina. Más bien es puro proceso.
ResponderBorrarDe acuerdo. Pero es producto por todo eso, y por lo tanto no es sagrado, o sólo lo es en la medida en que todo lo es.
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