Año
El viento abrió las puertas del balcón
y en un segundo hizo volar por el living
un río de escombros, todo lo que está suelto
todo lo apoyado en superficies:
cartas de Cars, peladuras de lápiz
expensas, papel crepé en bollitos
dibujos con y sin dedicatoria
un estíquer, un clip desenrollado.
Rugía, ese viento, traía lluvia frenética:
salimos a gritar al balcón
mis dos hijos y yo, porque fue un año duro
y pensé que nos lo merecíamos.
Exhibición de atrocidades
Alguien pescó, cortó y dejó
en la orilla esta cabeza de pescado
unida simplemente a su intestino.
La veo y siento mi propia cabeza
cómo se continúa en la garganta
y más allá. Con el mar hasta el culo
se besa la pareja enamorada.
La joven pareja enamorada.
También estuve ahí, sí, claro,
¿quién no? Una mujer sin pelo
entra al agua con determinación.
Apelmazado de sal un perro suelto
olisquea por sorpresa la entrepierna
de una chica en bikini: “¡Salí,
perro de mierda!” (cito textual). Si tres
granos de arena secos son capaces
sobre la roca, al viento, de variar
en dibujos infinitos, ¿cuán atroz
puede ser la variación de esta escultura
que en arena dura y húmeda sugiere
un castillo, un torso femenino,
unas montañas, un circo, una frontera?
¿Qué se arrasa por dentro de los moldes
y convulsiona y en lo químico muta
mientras una tan campante veranea?
Laura Wittner (Buenos Aires, 1967)
"La altura", 2016,
Lugares donde una no está - poemas 1996-2016,
Gog y Magog,
Buenos Aires, 2017
Foto: FB
Gracias, Laura, por tus palabras, tan claras como el agua, tan negras como la noche que nos penetra y nos dice que somos agua y piedra, sombra y luz y el universo entero.
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