miércoles, julio 19, 2017

William Carlos Williams / Paterson, 28

Libro Dos
Domingo en el Parque 
III (cont. y final)


Cuando era muy joven, ridículamente joven (en edad escolar) para un papel principal, con mi mente no del todo desarrollada y todas mis ideas en estado embrionario de una semana, podía conseguir reseñas de libros en una cantidad de revistas sin dificultad –y todos ellos, libros de escritores reconocidos (como Cummings, Babette Deutsch, H.D.) mientras que ahora que mis ideas han madurado, y cuando de verdad tengo algo que decir, no puedo conseguir ningún tipo de trabajo de esa índole. ¿Y por qué? Porque en todos esos años intermedios me he visto obligada, como mujer no satisfecha con el lugar de la mujer en el mundo, a realizar una cantidad de trabajo pionero que una cantidad de escritores de tu sexo y de tu contexto social no han padecido, y que los de mi propio sexo desaprueban (por razones a las que ya me he referido) –de modo que en el momento en que quise volver de la vida a la escritura (con mis ideas aclaradas y enriquecidas por la vida) ahí estaba (y todavía estoy)- por esa forma de vida- completamente exiliada de la sociedad.
   Pasé por alto y traté muy por arriba (en mi primera conversación contigo) aquellas actividades literarias de mi temprana juventud, porque el trabajo en sí no era mejor que el de cualquier estudiante de primer año o el precoz estudiante del último año aporta a su revista escolar. Pero, después de todo, ese trabajo, en lugar de aparecer en la revista escolar a la que pertenece, fue tomado tan seriamente por editores con importantes publicaciones literarias de esa época, que yo podía hacer un promedio de 15 dólares semanales con mucha facilidad. Y lo comento y lo señalo aquí porque tu bien podrás imaginar a la luz de ello cómo me siento al darme cuenta en base a unos cuantas superficialidades (tales como tener mucho sex-appeal y estar en la compañía adecuada) es que fui capaz de mantener mi identidad como escritor en mi relación con el mundo, cuando ahora no me está permitido ejercerlas porque fue necesario deshacerme de las superficialidades en mi vida.
   Jamás has tenido que vivir, Dr. P-en  ninguna de las callejuelas o de  los pasillos de subte donde la vida es puesta a prueba con frecuencia. Las mismas circunstancias de tu nacimiento y contexto social te proveyeron de una salida a la cruda vida,  y tu confundes esa protección de la vida con la inhabilidad para vivir –y así es que puedes considerar la literatura nada más como el último y desesperado recurso de la ilusoria incapacidad para vivir. (He estado revisando algunos de tus textos autobiográficos, tal como este comentario indica.)
   Pero vivir (vivir sin resguardo, digo) no es algo que uno se siente a pensar o a decidir. Nos pasa como si fuera algo tan simple como el sarampión o algo tan grave como un bote haciendo agua o un terremoto.  O si no, no pasa. Y cuando lo hace, entonces uno debe dar vida (como lo haces tú) a puras simpatías literarias y puntos de vista, la profunda percepción y humanidad de las palabras únicamente en papel- y también, ay, el ego del hombre de letras que probablemente haya jugado un papel importante en tu cambio de actitud hacia mí. El ego de ese hombre de letras quiso ayudarme en modo tal, creo, que mis propios logros pudieran servir como una flor para su ojal, si acaso esa ayuda hubiera sido suficiente para hacerme florecer.
   Pero no traigo flores para ningún hombre en forma de amor ni de amistad. Esa es una de las razones por las que no quise aquella introducción a mis poemas. Y no quiero ser desagradable ni sarcástica en las últimas líneas de esta carta. Por el contrario, un sentimiento de profunda tristeza ha reemplazado la furia y la indignación con la comencé a escribir todo esto. Deseaba tu amistad, más de lo que nunca he deseado nada (sí, más que nada, y he deseado con intensidad otras cosas). La deseaba con desesperación, no porque no tengo nada con lo que adornar el orgullo de cualquier hombre –sino porque no la tenía.
  Sí, la furia que imaginaba sentir en todas las páginas anteriores era falsa. Soy muy infeliz y estoy demasiado sola para estar furiosa; y si algunas de las cosas sobre las que te he llamado la atención aquí causaran algún cambio en tu corazón respecto de mí, eso sería justamente la única cosa que puedo concebir como posible en mi vida en este momento.

La votre.
C.

Pd. El que haya regresado aquí a la calle Pine 21 me obliga a añadir que el misterio sobre quién falsificó el ‘Cress’ en aquel giro postal y que además se llevara uno de los cheques de Brown (aunque nunca se cobró, y por lo tanto se reemplazó luego) jamás fue aclarado. Y el portero que estaba aquí entonces, ha muerto. No creo que fuera él quien se llevó el dinero. Pero aun así me alegró que la oficina de correos no investigara a fondo porque en ese caso de que Bob hubiese estado involucrado se hubiera metido en serios problemas –lo que no me hubiera gustado nada, porque él era uno de esos negros miserablemente mal pagos y un tipo extremadamente honrado en muchos aspectos. Pero ahora desearía que hubiera sido investigado luego de que muriera (lo que ocurrió hace dos meses) porque los ladrones podrían haber sido uno de esos bajos y ruines granjeros cuya explotación permanente de los trabajadores de la granja debería ser sacada a la luz de algún modo, y porque si en efecto robaron el giro postal y fueran encarcelados por eso, eso mismo hubiera llamado la atención de las autoridades hacia el resto de sus actividades ilegales: y aun así esa clase de justicia no me interesa demasiado. Lo que se halla en el fondo de este o cualquier otro delito o acto antisocial, psicológica como socialmente, me interesa mucho más. Pero al afirmar esto último, recordé cuánto  me gustaría hacer una cantidad de cosas con gente en alguna prosa- un cuento, tal vez una novela. No puedo decirte cuánto deseo la vida que se necesita para escribir. Y simplemente no puedo hacerlo sola. Ni siquiera tengo una máquina de escribir ahora, ni siquiera una alquilada –y no puedo pensar bien si no es con una máquina de escribir. Puedo escribir poesía (aunque solo el primer borrador) a mano, y cartas. Pero para cualquier tipo de prosa, que no sea cartas, no puedo hacer el trabajo sin una máquina de escribir. Pero eso, por supuesto, es el menor de mis problemas –la máquina de escribir; al menos, es el más fácil de resolver.

C.

Dr. P.:
   Esta es la más simple y directa carta que alguna vez te haya escrito; y debes leerla completa y con cuidado, porque es sobre ti, como escritor, y sobre tus ideas con respecto a las mujeres que escribiste en tu artículo en A.N., y porque en lo que a mí respecta, contiene cierta información que no creí fuera necesario darte antes, y que creo ahora debes conocer. Y si mi enojo al principio te enfurece demasiado para continuar –bueno, ese enojo no figura en la última parte, ahora que agrego esta posdata.

C.

Y si no tienes ganas de leerla incluso por estas razones, ¿lo harías, por favor, solo por consideración hacia mí? –mucho tiempo, muchas reflexiones y mucha infelicidad han circulado por estas páginas.


William Carlos Williams (Rutherford, Estados Unidos, 1883-1963), Paterson, New Directions, Nueva York, 1963
Versión © Silvia Camerotto

Foto: William Carlos Williams (delante) con Ezra Pound, por Richard Avedon, Nueva Jersey, 1958

Book Two
Sunday in the Park  III

When I was very young, ridiculously young (of school-girl age) for a critical role, with my mind not at all developed and all my ideas in a state of first-week embryonic formlessness, I was able to obtain book-reviews from any number of magazines without any difficulty— and all of them books by writers of accepted importance (such as Cummings, Babette Deutsch, H. D.) whereas now when my ideas have matured, and when I really have something to say, I can get no work of that kind at all. And why is that? It's because in all those intervening years, I have been forced, as a woman not content with woman's position in the world, to do a lot of pioneer living which writers of your sex and with your particular social background do not have thrust upon them, and which the members of my own sex frown upon (for reasons I've already referred to) — so that at the very moment when I wanted to return to writing from living (with my ideas clarified and enriched by Jiving) there I was (and still am) — because of that living — completely in exile socially. //I glossed over and treated very lightly (in my first conversation with you) those literary activities of my early girlhood, because the work in itself was not much better than that which any talented college freshman or precocious prep-school senior contributes to her school paper. But, after all, that work, instead of appearing in a school paper where it belonged, was taken so seriously by editors of the acceptably important literary publications of that time, that I was able to average as much as $15 a week, very easily, from it. And I go into that now and stress it here; because you can better imagine, in the light of that, just how I feel in realizing that on the basis of just a few superficial (such as possessing a lot of appealingly youthful sex-appeal and getting in with the right set) I was able to maintain my personal identity as a writer in my relationship to the world, whereas now I am cut off from doing so because it was necessary for me in my living, to strip myself of those superficials. //You’ve never had to live. Dr. P — not in any of the by-ways and dark underground passages where life so often has to be tested. The very circumstances of your birth and social background provided you with an escape from life in the raw; and you confuse that protection from life with an inability to live — and are thus able to regard literature as nothing more than a desperate last extremity resulting from that illusionary inability to live. (I’ve been looking at some of your autobiographical works, as this indicates.) //But living (unsafe living, I mean) isn't something one just sits back and decides about. It happens to one, in a small way, like measles; or in a big way, like a leaking boat or an earthquake. Or else it doesn't happen. And when it does, then one must bring, as I must, one's life to literature; and when it doesn't then one brings to life (as you do) purely literary sympathies and understandings, the insights and humanity of words on paper only— and also, alas, the ego of the literary man which most likely played an important part in the change of your attitude toward me. That literary man's ego wanted to help me in such a way, I think, that my own achievements might serve as a flower in his buttonhole, if that kind of help had been enough to make me bloom. //But I have no blossoms to bring to any man in the way of either love or friendship. That's one of the reasons why I didn't want that introduction to my poems. And I'm not wanting to be nasty or sarcastic in the last lines of this letter. On the contrary a feeling of profound sadness has replaced now the anger and the indignation with which I started to write all this. I wanted your friendship more than I ever wanted anything else (yes, more, and I've wanted other I wanted it desperately, not because I have a single which to adorn any man's pride— but just because I haven't. //Yes. the anger which I imagined myself to feel on all the previous pages, was false. I am too unhappy and too lonely to be angry; and if some of the things to which I have called your attention here should cause any change of heart in you regarding me, that would be just about the only thing I can conceive of as occurring in my life right now. //La votre  //C. //P. S. That I'm back here at 21 Pine Street causes me to add that that mystery as to who forged the "Cress" on that money order and also took one of Brown's checks (though his was not cashed, and therefore replaced later) never did get cleared up. And the janitor who was here at the time, is dead now. I don't think it was he took any of the money. But still I was rather glad that the post- office didn't follow it through because just in case Bob did have anything to do with it, he would have gotten, into serious trouble — which I shouldn't have welcomed, because he was one of those miserably underpaid negroes and an awfully decent human being in lots of ways. But now I wish it had been followed through after he died (which was over two months ago) because the crooks may have been those low vile upstate farm people whose year-round exploitation of down and out farm help ought to be brought to light in some fashion, and because if they did steal the money order and were arrested for it, that in itself would have brought to the attention of the proper authorities all their other illegal activities as well: And yet that kind of justice doesn't interest me greatly. What's at the root of this or that crime or antisocial act, both psychologically and environmentally, always interests me more. But as I make that last statement, I'm reminded of how much I'd like to do a lot of things with people in some prose — some stories, maybe a novel. I can't tell you how much I want the living which I need in order to write. And I simply can't achieve them entirely alone. I don't even possess a typewriter now, nor have even a rented one — and I can't think properly except on a typewriter. I can do poetry (though only the. first draft) in long-hand, and letters. But for any prose writing, other than letters, I can't do any work without a typewriter. But that of course is the least of my problems— the typewriter; at least the easiest to do something about. //C. //Dr. P.: //This is the simplest, most outright letter I've ever written to you; and you ought to read it all the way through, and carefully, because it's about you, as a writer, and about the ideas regarding women that you expressed in your article on A. N M and because in regard to myself, it contains certain information which I did not think it necessary to give you before, and which I do think now you ought to have. And if my anger in the beginning makes you too angry to go on from there — well, that anger of mine isn't there in the last part, now as I attach this post-script. //C. //And if you don't (eel like reading it even for those reasons, will you then do so, please, merely out of fairness to me— much time and much thought and much unhappiness having gone into those pages. 

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