Sus mejillas están manchadas por pena, sus ágiles versos
Tropiezan, los borrachos que cenan les arrojan huesos
Si no se apresuran:
Hay algo temeroso en su canción que
Los fastidia, un dolor desconocido, como un campesino
Que vulgarmente viste la piel de una vaca
Irrumpe sin dar aviso, cacareando y tosiendo,
Agitando un palo de acebo aún sin pelar en su mano,
Entra en la sala cubierta de escudos, cortinas de seda
Y con brillo de joyas, donde doce reyes juegan sentados al ajedrez
Sobre piezas de pálido bronce y de oro,
Y, con hechizo grosero,
Tira abajo las vigas y deja afuera a las reinas—
Las de pecho salvaje de cisne, de rosadas y rojas mejillas,
hijas con cabello de cuervo, a las que admiran—
Para que puedan revolver de sus negras ollas y descansar en la paja.
Robert Graves (Londres, 1895-Deyà, España, 1985), Buenos Aires Poetry, abril de 2015
Traducción © Juan Arabia
The Bards
Their cheeks are blotched for shame, their running verse
Stumbles, with marrow bones the drunken diners
Pelt them as they delay :
It is a something fearful in the song
Plagues them, an unknown grief that like a churl
Goes commonplace in cowskin
And bursts unheralded, crowing and coughing,
An unpilled holly-club twirled in his hand,
Into their many-shielded, samite-curtained
Jewel-bright hall where twelve kings sit at chess
Over the white-bronze pieces and the gold,
And by a gross enchantment
Flails down the rafters and leads off the queens—
The wild-swan-breasted, the rose-ruddy-cheeked
Raven-haired daughters of their admiration—
To stir his black pots and to bed on straw.
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Foto: Robert Graves, años 70 Peter Stark/National Portrait Gallery, Londres
Inmenso Graves
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