Tengo esta bala de helada plata para ti.
Anoche la preparé con sucia, infalible, dulce sangre. Recé horas con ella. La acompañé con velas y las más secretas jaculatorias.
Primero la cegué porque una bala nunca debe ver el aire ominoso ni el cuerpo que encontrará. Después la ensordecí para que no escuche los gritos ni las amenazas ni la música de la carne y los huesos partiéndose.
Sólo le dejé los labios para que pudiera silbar.
Entiéndeme:
Los silbidos son las palabras de las balas: son sus besos últimos y desaforados adentrándose en la lisura de la noche: su extrañeza, su ruego, su respiración.
Carlos López Degregori (Lima, 1952), Flama y respiración, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2005
Vía Claudio Archubi
Poema escrito con fiebre.
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