A Fabio Morábito
Si quieres hacer tuya cualquier esquina
acerca a la ventana más próxima un asiento
para detener el desorden de las horas.
Si ya escogiste ese preciso lugar de la casa
donde habitas, entonces enciende una vieja lámpara
que ilumine el perímetro de tu nuevo territorio.
De esa manera no será necesario que disimules
tu condición errante cambiando los muebles de sitio
o llenando las mesas con fotos familiares.
Pronto descubrirás la necesidad de estar allí,
inmóvil, rodeado de fugacidad y permanencia
en tu península con su faro solitario.
Sea cual sea el lugar donde te encuentres
sabrás que cada noche tienes una cita
en ese reducido espacio que amplía sus fronteras.
No habrá palacio que lo iguale
ni monumento de mármol que lo imite:
este será tu palacio y tu monumento.
Pasarás las semanas sucesivas sabiendo
que ya cuentas para el resto de tu vida
con un lugar que solo a tí te pertenece.
Basta elegir una esquina cualquiera, una mínima
ventana, un asiento y una vieja lámpara
para que viajes por el mundo y puedas repetir
tu ritual nocturno en tu templo portátil
acompañado por tus dioses domésticos. Así nunca
te sentirás extraño en ninguna parte de la tierra.
Ramón Cote Baraibar (Cúcuta, Colombia, 1963), Cómo quien dice adiós a lo perdido (inédito) en Poesía Argentina
Foto: Laura García
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