Oh soledad, si debo vivir contigo que no sea
entre un montón enmarañado de edificios
sombríos; trepa conmigo la cuesta -mirador
de la naturaleza- desde donde el valle,
sus prados floridos y el flujo cristalino de su río
son un remanso; déjame guardar tus vigilias
entre el ramaje, donde el brinco veloz del ciervo
espanta a la abeja posada en la campanilla...
Con todo, aunque feliz descubra esas escenas
contigo, es el hablar dulce de una mente limpia,
cuya palabra es imagen de fino pensamiento,
el placer de mi alma; y casi seguro debe ser
la dicha más alta de los humanos, toda vez
que a tu morada vuelan dos espíritus afines.
John Keats (Londres, 1795-Roma, 1821), La poesía de la tierra, selección y traducción de Ana Bravo y Javier Adúriz, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2003
O solitude! if I must with thee dwell
O solitude! if I must with thee dwell,
let it not be among the jumbled heap
ff murky buildings; climb with me the steep,—
Nature’s observatory—whence the dell,
Its flowery slopes, its river’s crystal swell,
may seem a span; let me thy vigils keep
’mongst boughs pavillion’d, where the deer’s swift leap
startles the wild bee from the fox-glove bell.
But though I’ll gladly trace these scenes with thee,
yet the sweet converse of an innocent mind,
whose words are images of thoughts refin’d,
is my soul’s pleasure; and it sure must be
almost the highest bliss of human-kind,
when to thy haunts two kindred spirits flee.
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Ilustración: Los almendros en flor, 1905, Darío de Regoyos
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