Tal vez sea una buena manera de leer poesía pensar que todo poeta contiene tres libros básicos de Aristóteles: Política, Poética y Lógica. La Política aristotélica es la formulación de la ciudad perfecta, con un sistema y un número de habitantes limitado que hace posible el funcionamiento del sistema. La Poética indica las estructuras a las que inevitablemente se ciñen, como modelos míticos, los discursos artísticos. Ellas son lírica, épica y drama. La Lógica pone límites al pensamiento, propone un mecanismo que opera por partes, que necesita estaciones, puntos de apoyo. Cualquier cadena de causas y efectos se reduce a dos eslabones, a dos premisas básicas. Será necesario definir nuestras premisas, las premisas de un poeta, sus puntos de apoyo. ¿Cómo?
Volvamos a la Política. Para existir, el poeta requiere una ciudad con cupo limitado. No todos pueden --y si no pueden, no deben-- disfrutar de un poeta. Así pues, lo primero que debe hacer un lector es definir si es parte de esa ciudad. Si siente que sí, pero aún no entiende, pase a la Poética: piense que ha de haber épica, drama y lírica en proporciones variables en cualquier poeta del que se trate, siendo que la lírica, expresión de sentimientos personales de acuerdo con el sistema aristotélico, es el punto de fuga, la arbitrariedad tolerable. Por último, el poeta tendrá un campo limitado de vínculos y claves, por extenso que sea, en la sucesión infinita. El mecanismo de sus "asociaciones libres" responderá a dos premisas básicas.
Nos enseña Eliot que cada gato tiene tres nombres: un nombre común, como Michifuz o Blanquita; uno más privado, el de su dinastía, que pocos conocen (nombres raros, como Nabucodonosor, cada uno de los cuales pertenece a unos pocos gatos), y por último, un nombre único, en cuya contemplación se pierde más de un vez el gato. Aunque el gato conociera el alfabeto --esto es seguro, aunque no lo dice Eliot-- el gato no podría pronunciar aquel nombre.
Así es con las premisas básicas de un poeta. Sólo él las contempla, pero no puede decirlas. Claro que gracias a su Política y su Poética, conocidas a fondo, podemos participar de la contemplación de su Lógica.
Jorge Aulicino
Ñ n°5 / 1° de noviembre de 2003
Me gusta mucho esta elucubración...
ResponderBorrarEs verdad, no todos pueden disfrutar de un poeta, pero el poeta puede disfrutar de todos! y también puede descentrar, desestructurar, sorprender al que menos parece entender, saber o acceder a la poesía... De ese modo, el "que no entiende o no disfruta", puede tener un instante en su vida de inmenso asco o de pasajero disfrute poético...
Y lo bueno es que el gato, sí puede pronunciar su nombre... en un poema. "El gato que sabe pronunciar su nombre".